Miércoles 24 de Julio del 2019 – Evangelio según San Mateo 13,1-9

lunes, 22 de julio de
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Aquel día, Jesús salió de la casa y se sentó a orillas del mar. Una gran multitud se reunió junto a él, de manera que debió subir a una barca y sentarse en ella, mientras la multitud permanecía en la costa. Entonces él les habló extensamente por medio de parábolas. Les decía: “El sembrador salió a sembrar. Al esparcir las semillas, algunas cayeron al borde del camino y los pájaros las comieron. Otras cayeron en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra, y brotaron en seguida, porque la tierra era poco profunda; pero cuando salió el sol, se quemaron y, por falta de raíz, se secaron. Otras cayeron entre espinas, y estas, al crecer, las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras treinta. ¡El que tenga oídos, que oiga!”.

 

Palabra de Dios

 


P. Matías Burgui sacerdote de la Arquidiócesis de Bahía Blanca

 

El Evangelio que compartimos en este día miércoles, Mateo 13, del 1 al 9, nos ayuda volver a lo esencial, a lo más importante, a lo que no puede faltar en nuestra vida de fe: saber escuchar y encontrarnos con la Palabra de Dios. Sin su Palabra, no podemos nada, su Palabra nos da vida. Por eso vemos al Señor que enseña a través de parábolas, historias que son una buena forma de aterrizar la buena noticia del Reino en lo concreto de nuestra vida. Porque, claro, estamos llamados a hacer la voluntad de otro, pero ese otro es amor que nos invita a ser libres. Dios no nos hizo en serie, nos hizo en serio. Meditemos algunas ideas para nuestra oración de hoy:

En primer lugar, buscar el centro. Podemos pensar que lo más importante, lo central de la parábola es el terreno, pero en realidad lo es el sembrador y la semilla. El terreno no es lo que más importa, sino más bien lo que hace el sembrador. Descubrir que Dios es el centro nos ayuda a dejarnos sostener por Él y a encontrar su presencia en todo, a ver en los detalles de Dios al Dios de los detalles. No te quedes en lo que te falta, no te quedes mirando el vaso medio vacío. Fijate bien en todo lo que ya caminaste y dejá que Dios te siga acompañando.

En segundo lugar, crecer en la disponibilidad. Que el sembrador es el centro implica entender que, por más complicado que esté el terreno de tu vida, de tu historia, de tu hoy, por más heridas que existan, el que prepara ese terreno es Dios mismo. Claro, es Dios el que siembra, el que prepara la tierra y el que hace crecer la semilla. Lo único e indispensable es dejar que Dios sea Dios y que vos seas vos. No te quedes en el “yo tengo que” ni en el “yo lo se todo”, no seas tierra infértil. Lo único que te pide Dios es tener un corazón que quiera amar. Por eso fijate, porque si la Palabra de Dios no está transformando tu vida, no es culpa de la Palabra. Tal vez está faltando de vos. Hay una parte que te toca a vos. Dejate abrazar por Dios y dejá que Él de fruto. ¿Qué te está pidiendo Dios? Acordate que el sueño de Dios para tu vida no es algo que caiga del cielo, no es ajeno a vos, sino que ya está en tu corazón. Dios te ama y hace locuras por vos. ¿Vos, qué locuras hacés por Él? Qué lindo cuando nos encontramos con alguien que nos cuenta con sus palabras su experiencia de Dios. ¿Vos la contás?

Por último, reconocé a Jesús. Podríamos preguntarnos por qué este sembrador se pone a sembrar en un terreno donde es difícil que la semilla crezca y salga fruto. Lo que pasa es que el sembrador tiene calma, confía, se maneja con perseverancia y paciencia. La semilla es la misma para todos, lo que varía es el terreno que la recibe. ¿Cómo está el terreno de tu corazón, estás dejando que esa Palabra de Dios se siembre en tu vida? Lo fácil sería pensar que ya tenemos todo claro y acomodado, pero quizás en nuestro propio corazón no haya un solo terreno, sino varios. ¿En qué lugares y aspectos de tu vida todavía no dejás que germine la Palabra? Es un buen día para pedir escuchar esa voz de Dios. No dejes que te ganen las dificultades, la tristeza la falta de perseverancia. No dejes que pase otro día sin recibir la Palabra de Dios. Preguntate seriamente dónde y en qué estás gastando la única vida que tenés. Pensá que donde se cruzan tus dones con las necesidades del mundo, ahí está tu vocación. ¿Cómo va tu testimonio, qué venís sembrando? Que tu vida sea instrumento de siembra y bendición para la vida de los demás.

Que tengas un buen día y que la bendición de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo te acompañe siempre. Amén.