Miércoles 25 de Enero de 2023 – Evangelio según San Marcos 16,15-18

lunes, 23 de enero de

Entonces les dijo: “Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación.” El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará. Y estos prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán a los demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas; podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los curarán”.

 

Palabra de Dios

Padre Nico Ceballos

 

 

Hoy celebramos la fiesta de la Conversión de San Pablo. Es motivo de gran fiesta en la Iglesia el momento de la conversión de Saulo, quien será el llamado apóstol de los gentiles, misionero por excelencia y testimonio del profundo cambio que provoca el encuentro con Jesús. El Evangelio que ilumina nuestro día es regalado por Marcos y nos cuenta el envío misionero que el Señor hace a sus discípulos. El texto dice: “Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación”.

Jesús en persona es el Evangelio, es decir, Él es el contenido y mensaje de la Buena Noticia. El Reino está entre nosotros y se hace presente en la persona de Jesús de Nazaret. Pero para que ese Reino llegue a todos los hombres, es necesario que otros hombres, dejen impregnar sus vidas de esa buena noticia, y se transformen en mensajeros, anunciadores y portadores del mensaje de la Salvación. Se trata de pasar esta noticia de persona a persona. Se me viene la imagen de una madre y un padre enseñando a su hijo a hablar: Con cariño, paciencia y dedicación regalan a su pequeño hijo el tiempo necesario para que pueda balbucear una incipiente palabra… y una palabra lleva a la otra y lentamente va naciendo un lenguaje, una manera de comunicarse. La evangelización es ese largo y lento proceso en el cual aprendemos un lenguaje nuevo, una Palabra llena de vida, que se vuelve diálogo con el mismo Dios. Exige de mucha paciencia y dedicación, pero sobre todas las cosas, exige la gratuidad del amor. Te invito a que tomes este mandato misionero, sabiendo que está dirigido a vos, en primera persona… ¡Si vos! “Andá por todo el mundo y anunciá la Buena noticia a toda la creación” Tomate enserio este pedido de parte de Jesús, él te necesita para que la Palabra que has aprendido, no se pierda como sucede con un lenguaje antiguo que ya nadie habla… Es una palabra viva ¿Te animás a enseñarla a otros?

En segundo lugar, te invito a que meditemos en torno a la fiesta que hoy celebramos: La conversión de San Pablo. Este apóstol del Señor, a diferencia de los demás discípulos, no conoció al Señor con la cercanía y familiaridad que ellos tuvieron. Capaz que lo habrá visto pasar, o lo habría escuchado hablar. La verdad es que no lo sabemos con seguridad. Obviamente conocía algo de su doctrina, ya que se había vuelto un furioso perseguidor de aquellos que lo seguían. El libro de los Hechos y algunas de sus cartas nos narran el testimonio del encuentro de este apóstol con la persona del Señor. Me gustaría hacerte notar algo que me resulta sumamente especial. El encuentro entre San Pablo y Jesús es muy parecido al encuentro que hemos tenido vos y yo con el Señor. No fue un encuentro con la persona encarnada e histórica de Jesús, sino más bien con la persona de Jesús resucitado, es decir, un encuentro espiritual. Pablo escucha esa voz tan profunda que lo llena de certezas y logra convertir el corazón de Saulo para hacerlo amigo y discípulo del salvador. El mismo que se encarnizó en la persecución a los cristianos va a ser el que luego de ese encuentro espiritual escribirá frases tremendas en sus cartas: “Me amó y se entregó por mí”; “Ya no soy yo quien vive, es Cristo en mí”. Pablo conoció a Jesús de la misma manera que lo hemos conocido nosotros, es decir, mediado por la acción del Espíritu Santo. Y ese conocimiento espiritual fue la fuerza que logró un cambio de raíz en su vida.
En esta fiesta de San Pablo te invito a que demos gracias a Dios por este gigante testimonio de la Iglesia. También aprovechá y agradecé al Espíritu Santo por haberte revelado el rostro de Jesús, camino al Padre, que te ha llenado de vida y ha convertido tu realidad. Y por último, ponete en sus manos y mostrate disponible para la misión. Él necesita que vayas por todo el mundo y anuncies el Evangelio.