Miércoles 26 de Febrero del 2020 – Evangelio según San Mateo 6,1-6.16-18

viernes, 21 de febrero de
image_pdfimage_print

Jesús dijo a sus discípulos: Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos: de lo contrario, no recibirán ninguna recompensa del Padre que está en el cielo. Por lo tanto, cuando des limosna, no lo vayas pregonando delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser honrados por los hombres. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa.

Cuando tú des limosna, que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha, para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

Cuando ustedes oren, no hagan como los hipócritas: a ellos les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa. Tú, en cambio, cuando ores, retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que desfiguran su rostro para que se note que ayunan. Les aseguro que con eso, ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno no sea conocido por los hombres, sino por tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

 

 

Palabra de Dios


Padre Matías Burgui sacerdote de la Arquidiócesis de Bahía Blanca

 

La cuaresma es mucho más de lo que nos imaginamos, es un camino, un regalo, un tiempo para volver, para cambiar, para sanar. Una propuesta que Dios nos hace para mirar cómo viene nuestra vida de fe. Cuaresma no es tanto lo que vamos a hacer, sino más bien lo que dejamos que Jesús haga en nosotros. Cuaresma es descubrir que necesitamos caminar con el Señor.

Hoy es miércoles de ceniza, comenzamos la cuaresma, y por eso nuestra madre la Iglesia nos invita a parar un poco en algunas cosas, en otras a caminar y en otras a entrenar. Si bien no es día de precepto, es bueno poder compartir la Eucaristía porque la misa nos acompaña con un signo muy especial que es la “imposición de las cenizas”. Algo que nos recuerda que somos polvo y al polvo volveremos y que estamos llamados a convertirnos y a creer en el Evangelio. Todo nos habla de volver a Dios, algo que siempre es un proceso que tiene que estar marcado por cambios que parten desde lo pequeño. Justamente, la liturgia nos propone el texto de san Mateo, capítulo seis, del versículo uno al seis y del dieciséis al dieciocho; donde Jesús aconseja a sus discípulos y los ayuda a entender que lo más importante es buscar la voluntad del Padre. El Señor dice que hay que hacer todo no para ser reconocidos, no para que nos vean los demás, sino para acercarnos a cada vez más a Dios. Hay una certeza que no podemos perder: estamos llamados a la eternidad. Y en esta vida siempre se puede empezar de nuevo. Eso nos ayuda a meditar un poco algunas actitudes.

En primer lugar, dejá que Dios te oriente. Hablar de conversión nos puede desorientar, a veces no sabemos por dónde empezar. Hay tanto para trabajar y cuesta. Pero tómalo así: El Señor te regala la posibilidad de hacer un retiro de cuarenta días. Es verdad, a lo mejor cuesta entrar en clima, pero sería bueno que no llegue la semana santa sin que nos hayamos preparado. Hoy, cuando te acerques a recibir las cenizas, pedile al Señor que te muestre por dónde Él quiere ir trabajando, dónde te aprieta el zapato para que sea su gracia la que te ilumine. Es importante, entonces, descubrir que estamos viviendo una nueva cuaresma y no “una cuaresma más”. Que este tiempo no se convierta en una rutina en tu vida. Pedile a Jesús que con tu disposición y su ayuda puedas volverte hacia Él. Por eso, proponete comenzar este tiempo con una actitud diferente. Tal vez sea buen momento para dejar de querer enseñarle a Dios lo que tiene que hacer y dejar de querer controlarlo todo. Pensá qué gracia te gustaría que el Señor te regale, que aspecto de tu vida espiritual podés trabajar para no tener un corazón frío.

Por otro lado, subite a la OLA. Parece un chiste, pero esta imagen te va a ayudar a recordar los consejos que Jesús da en el Evangelio: Oración, Limosna y ayuno. Más que prácticas, son una forma de vida para trabajar la relación con Dios, con los demás y con vos mismo. Son actitudes que vos ya conocés, pero que nunca está de más repetir.
Oración, porque estás llamado a tener un diálogo profundo con el Señor. Para eso, podrías rezar el rosario, buscarte tu rato de meditación personal, visitar el sagrario, acercarte a la palabra, charlar con tu acompañante espiritual, vivir una linda reconciliación. Pero la clave de todo es hacer silencio interior para escuchar. Por eso es importante elegir ese silencio, tener tu tiempito para quedarte a solas con Dios y también para compartir en comunidad. Acordate que hay muchos tipos de oración, buscá el que más te ayude.

Limosna. Es pensar en el otro y en cómo está, es salir de uno mismo para dar porque hay más alegría en dar que en recibir. Es un esfuerzo para que mi hermano esté mejor. Tal vez en este tiempo puedas abrir un poco más el corazón (y el bolsillo) para compartir con quienes lo necesitan. Colaborá siendo generoso no solamente con lo material, sino también con el tiempo que dedicás con tus cualidades, con tus capacidades que pueden ayudar al que tenés al lado. Y acordate, por favor: siempre mirá a los ojos, encontrate con tu hermano y reconocé en su mirada la del mismo Jesús. Recibiste gratuitamente, da también gratuitamente. Sé creativo para el bien.

Ayuno. Poner en el centro a Dios, salir del centro nosotros para encontrar en él el sentido a nuestra vida. Es trabajar ese privarnos de lo que nos gusta para alimentarnos de Dios. No es solamente no comer, sino alimentarme bien, alimentarme de las cosas de Dios. Mirá tu vida y pensá qué le podés ofrecer al Señor. Quizás un poco menos de televisión, o no tener tanto el celular en la mano. A lo mejor le podés ofrecer incluso animarte a pedir perdón.
Hacé todo en lo pequeño, en lo sencillo, en lo escondido. Vivi una cuaresma escondido en el corazón de Jesús, donde ve tu Padre. Y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Animate a subirte a la Ola, no te quedes con la espuma y navegá mar adentro.

Buen inicio de cuaresma. Que la bendición del Buen Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo te acompañen siempre. Amén.