Jesús iba enseñando por las ciudades y pueblos, mientras se dirigía a Jerusalén. Una persona le preguntó: “Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?”. El respondió: “Traten de entrar por la puerta estrecha, porque les aseguro que muchos querrán entrar y no lo conseguirán. En cuanto el dueño de casa se levante y cierre la puerta, ustedes, desde afuera, se pondrán a golpear la puerta, diciendo: ‘Señor, ábrenos’. Y él les responderá: ‘No sé de dónde son ustedes’. Entonces comenzarán a decir: ‘Hemos comido y bebido contigo, y tú enseñaste en nuestras plazas’. Pero él les dirá: ‘No sé de dónde son ustedes; ¡apártense de mí todos los que hacen el mal!’. Allí habrá llantos y rechinar de dientes, cuando vean a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, y ustedes sean arrojados afuera. Y vendrán muchos de Oriente y de Occidente, del Norte y del Sur, a ocupar su lugar en el banquete del Reino de Dios. Hay algunos que son los últimos y serán los primeros, y hay otros que son los primeros y serán los últimos”.
Hoy nos encontramos con fuertes palabras en el Evangelio. Una persona le hace una pregunta fundamental al Señor sobre la salvación: “¿Es verdad que son pocos los que se salvan?” La respuesta de Jesús es desconcertante y nos activa en miras al fin último de nuestra existencia.
El Señor nos habla de la puerta por la cual cada uno de nosotros, y todos como humanidad podremos pasar para recibir el cielo que Él mismo ha conquistado con su Cruz. Nos regala para explicarnos como será este paso, la pequeña parábola de la puerta estrecha.
Es verdad que la salvación es una gracia. Es un regalo del Señor para sus hijos. Quien ha hecho experiencia del amor quiere que sea eterno; que nunca se acabe. Pues el amor es algo tan hermoso y misterioso que no está llamado a la caducidad, sino más bien a lo eterno y pleno. Porque Dios es amor.
Una de las formas en las cuales el amor se hace concreto es por medio del buen obrar. Caridad es una buena traducción de la palabra amor. Ella es el amor como decisión, puesto en obras. Es el amor operando en actos, gestos y compromiso. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo, para que en Él tengamos Vida Eterna. ¡Gran ejemplo de un amor que se hace obra!
Jesús hablando de esta puerta al cielo nos dice que los que quedarán afuera serán amonestados con esta dramática frase: “No sé de dónde son ustedes; ¡apártense de mí todos los que hacen el mal!”. Este mensaje nos revela que hay un desconocimiento de aquellos que hacen el mal. Sabemos que Dios conoce a cada uno de sus hijos, pues el mismo los ha pensado y creado. Pero también la experiencia de la vida nos muestra como el mal desfigura el rostro de lo humano, al punto que muchas veces resulta irreconocible. El amor manifestado en buenas obras nos hace familiares a Dios. Por el contrario, la falta de amor, ya sea manifestada en egoísmo, odio o rechazo, nos hace ajenos al modo de obrar del Señor, nos quita la amistad con el Maestro y nos desfigura como humanos.
La puerta estrecha del cielo no tendrá detector de huellas digitales. Para poder pasar, tampoco hará falta un pase de oro VIP. Sólo el buen obrar, al modo del Señor, será lo que manifestará que hemos aceptado la salvación. Pasemos por la puerta estrecha del amor. Verdaderamente hemos sido amados primero, y esa es nuestra fuerza y motor para amar.
Que este Evangelio te anime. Amar tiene sentido, porque para eso nos ha creado el Señor. Estamos hechos a imagen y semejanza de un Dios que es amor. Para salvarnos Dios pasó por la puerta estrecha al hacerse hombre. Para ser salvados pasemos por la puerta estrecha del amor al modo de Jesús.
Que Dios te bendiga.