Miércoles 27 de Abril de 2022 -Evangelio según San Juan 3,16-21

lunes, 25 de abril de
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Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.» El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. En esto consiste el juicio: la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor de que sus obras sean descubiertas. En cambio, el que obra conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras han sido hechas en Dios.

 

 

Palabra de Dios

Padre Sebastian García sacerdote de la congregación Sagrado Corazón de Jesús de Betharram

 

 

 

El evangelio de hoy nos habla acerca de no sólo el grupo de los doce, sino también de setenta y dos discípulos, a los que Jesús envía en parejas, de dos en dos, a evangelizar; a anunciar la llegada de la Buena Noticia del Reino de Dios entre los hombres. Los manda de dos en dos y les da las indicaciones necesarias para poder realizar esta tarea.

A mí particularmente me gustaría pensar en tres cosas que creo tienen que ver con misionar hoy en nuestra vida:

La primera es que me parece que misionar no es irse lejos. Muchas veces pensamos que la misión ocurre en otro continente o en otro país. O en el interior de nuestros pueblos y de nuestras ciudades. Y en realidad la misión pasa todos los días: pasa en mi casa, pasa a la vuelta de mi casa, pasa el colegio, en la facultad, pasa en el colectivo, pasa en el tren. Pasa con mis amigos. Pasa con mi novio o con mi novia. Pasa en todas las realidades del mundo. Pasa por el frío cruel que estamos viviendo en muchas zonas de nuestro país en estos días. Es decir nosotros tenemos que pensar que ser misionero no significa tener que dejar necesariamente el propio país, la propia tierra, o el propio barrio para empezar a misionar. Uno se hace misionero cuando asume como modelo de vida el querer seguir firmemente los pasos de Jesús y por tanto comprometerse en la construcción de un mundo más justo, más fraterno y más solidario. La invitación me parece que hoy es a no irse lejos, si no a quedarnos cerca: misioná en tu propio barrio, misioná en tu propia facultad, misioná en tu propia escuela, misioná en tu propia familia…

Lo segundo que me parece que tenemos que tener en claro es que misionar no es “llevar cosas” a los pobres. Misionar es justamente generar cultura del encuentro. Esto de “llevar cosas” a los pobres nos hacen caer en un viejo modelo al que muchas estamos acostumbrados en la Iglesia de la dádiva, del dar “desde arriba” lo que nosotros tenemos a los “de abajo” que son los que “no tienen”. Lo cual es mentira. Misionar significa generar encuentro. Ir al encuentro del otro, sentarnos, mirarnos a los ojos y poder compartir la propia vida y contarnos la buenas noticias que Dios obró en la vida de cada uno y poder juntos dar gracias sin necesidad de que ello vaya acompañado de ayuda material: sea ropa, sea comida, se lo que sea.

Lo tercero y también que parece importante es que misionar no es “cortarse solo” Siempre que se misiona se misiona en Iglesia. Entonces esto de alguna manera nos involucra en una doble dimensión: primero yo formo parte de una comunidad que misiona, yo formo parte de una iglesia que misiona. Yo formo parte un grupo, una parroquia, un movimiento, pero una iglesia al fin que misiona. Y yo soy parte de eso. Y lo que busca también la tarea del misionar es generar Iglesia. Si yo voy a trabajar algún lugar y generamos algún tipo de encuentro entre la gente y queremos hacer algún tipo de propuesta de evangelización: algún retiro algo que los acerque un poco más al amor de Dios eso no puede ser sin un involucrarse respecto de ellos. Ellos tienen que estar involucrados. Ellos tienen que ser artífices de su propia misión. Si no va pasar lo que muchas veces pasa: nos vamos a ir a “la misión” va a ser una linda experiencia, después quizá podamos regresar -o no- pero todo se pierde en el olvido. Misionar significa implicar al otro en el proceso de conversión y que ese otro también me mejore a mí.

Hermano y hermana del fondo del Corazón de Jesús, un abrazo enorme y hasta el próximo evangelio Dios mediante.