Miércoles 27 de Septiembre de 2023 – Evangelio según San Lucas 9,1-6

miércoles, 27 de septiembre de
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Jesús convocó a los Doce y les dio poder y autoridad para expulsar a toda clase de demonios y para curar las enfermedades.Y los envió a proclamar el Reino de Dios y a sanar a los enfermos,diciéndoles: “No lleven nada para el camino, ni bastón, ni alforja, ni pan, ni dinero, ni tampoco dos túnicas cada uno.
Permanezcan en la casa donde se alojen, hasta el momento de partir.Si no los reciben, al salir de esa ciudad sacudan hasta el polvo de sus pies, en testimonio contra ellos”.Fueron entonces de pueblo en pueblo, anunciando la Buena Noticia y curando enfermos en todas partes.

Palabra de Dios

Padre Nicolás Ceballos | Sacerdote de la Diócesis de Mendoza

Jesús convocó a los Doce y les dio poder y autoridad para expulsar a toda clase de demonios y para curar las enfermedades. Y los envió a proclamar el Reino de Dios y a sanar a los enfermos, diciéndoles: «No lleven nada para el camino, ni bastón, ni alforja, ni pan, ni dinero, ni tampoco dos túnicas cada uno. Permanezcan en la casa donde se alojen, hasta el momento de partir. Si no los reciben, al salir de esa ciudad sacudan hasta el polvo de sus pies, en testimonio contra ellos.»Fueron entonces de pueblo en pueblo, anunciando la Buena Noticia y curando enfermos en todas partes.

Queridos hermanos, el Evangelio nos presenta un momento de envío misionero de parte de Jesús a su comunidad de discípulos. Es interesante pensar como la misión no es el resultado de una iniciativa personal de los seguidores de Jesús. Es el mismo Señor el que envía a su grupo a ser fermento en la masa, a ser luz del mundo y sal de la tierra. Esto nos hace pensar en nuestra propia misión. Realmente el apostolado misionero que realizan los cristianos nunca está motivado solamente por la buena disposición y buena intención de los colaboradores. Anterior a todo eso está la palabra del Señor que dice: “vayan y anuncien la Buena Noticia”. Detrás de cada una de tus iniciativas está Dios alentándote y enviándote.
Y él no te envía sin antes darte poder y autoridad. En el Evangelio se nos cuenta que Jesús dota a su comunidad misionera de un poder sobrenatural para expulsar toda clase de demonios y para curar las enfermedades como un signo del anuncio de una Palabra que viene del cielo. Estás no son tareas distintas al anuncio de la Buena Notica, sino que son parte integral del mismo y único anuncio del Reino de Dios que está en medio nuestro y que ha venido a vencer todo mal. Los discípulos del Señor debemos ser un signo de sanación en medio de un mundo que se nos muestra enfermo. Junto con la capacidad de poder trascender las realidades que se muestran oscuras, con el anuncio de la Cruz de Jesús que es victoria, el Señor nos da autoridad. No es otra que la autoridad del testimonio de nuestra propia persona. Si realmente creemos en el Evangelio y logramos contraponernos a aquellas situaciones de muerte que están en nuestra propia vida, por medio de la Cruz del Señor, nuestro testimonio misionero será fuerte. El mismo mensaje de Jesús será encarnado en nosotros y brillará con esperanza diciendo: Mi Señor, ha vencido la muerte, en su Cruz hay victoria, y yo cargo esa Cruz, y Él carga mi Cruz.

“No lleven nada para el camino”, dice el Señor. El abandono en la providencia. Parece que el único medio necesario para la misión es nuestra propia vida. Veo que a veces en las comunidades parroquiales nos enredamos buscando medios técnicos para la evangelización: itinerarios de catequesis, materiales, planificaciones y montón de cosas que son necesarias y útiles para la Evangelización. Pero esta palabra de Jesús nos recuerda que lo esencial y lo más eficaz en la obra evangelizadora es un discípulo. Lo importante en la misión no es lo que vos hagas, sino lo que vos sos. En tu vida de discípulo enamorado del Señor está la fuerza del mensaje de Jesús. Podremos hablar horas sobre el amor de Dios y exponer largos tratados de como ese amor llega a nosotros. Pero una persona que está a la escucha de un discípulo de Jesús, solo sabrá que es el amor de Dios cuando lo experimente por medio del amor de un amigo de Jesús que se lo haga sentir y saborear. No se trata de demostrar el amor de Dios. Sino que se trata de mostrarlo con una vida que se vuelve amor.