Miércoles 28 de Agosto del 2019 – Evangelio según San Mateo 23,27-32

martes, 27 de agosto de
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¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que parecen sepulcros blanqueados: hermosos por fuera, pero por dentro llenos de huesos de muertos y de podredumbre! Así también son ustedes: por fuera parecen justos delante de los hombres, pero por dentro están llenos de hipocresía y de iniquidad.

¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que construyen los sepulcros de los profetas y adornan las tumbas de los justos, diciendo: ‘Si hubiéramos vivido en el tiempo de nuestros padres, no nos hubiéramos unido a ellos para derramar la sangre de los profetas’! De esa manera atestiguan contra ustedes mismos que son hijos de los que mataron a los profetas. ¡Colmen entonces la medida de sus padres!

Palabra de Dios

 Padre Matías Burgui sacerdote de la Arquidiócesis de Bahía Blanca

 

Hoy celebramos a San Agustín de Hipona. Este gran santo de los primeros siglos del cristianismo, padre de la Iglesia y patrono de todos aquellos que buscan a Dios. Un santo que tiene un testimonio de vida y de conversión impresionante, el santo de la búsqueda. Agustín comete errores, toma también caminos equivocados, peca, es un pecador; pero no pierde la inquietud de la búsqueda espiritual. Y de este modo descubre que Dios lo esperaba; es más, se encuentra con que Dios lo buscaba primero a él.

Agustín era un apasionado, un joven que todo lo que hacía lo vivía a fondo. Así que cuando se encontró con el Señor, después de un proceso, después de haber escuchado las preguntas de su corazón, tuvo un cambio profundo en su ser y en su hacer. Con Agustín se puede aplicar aquello que decía san Pablo de transformarse en un nombre nuevo. Él supo poner su vida en las manos de Dios y dejar que el Señor lo restaure. Y es que no hay nada que nos pueda llenar más que poner todo en las manos de Dios. Qué lindo esto y qué hermosa conciencia, saber que podemos dejar todo en manos de Jesús: nuestra vida, así como viene, lo que te inquieta, lo que te preocupa, lo que te consuela, tu historia. Saber descansar en Dios.

Seguramente, entrada esta época del año, alguna que otra dificultad venís arrastrando. Uno se puede sentir desbordado con la familia, con el estudio, con el trabajo. Bueno, donde sea. Pero podemos decir que es necesario descansar en Dios. Es un aprendizaje diario, que a veces nos lleva un buen tiempo. Sabemos que tiene que ser así, pero no siempre sale. El cambio empieza por dejar que Jesús entre. Agustín escribió muchas historias, entre ellas la de su vida, donde nos muestra que la conversión es un proceso constante, una búsqueda de un Alguien que nos llamaba desde antes. No tenemos la fe comprada porque somos débiles. Por eso, como decía san Pablo: “quien se sienta seguro, que se cuide de no caer” (1 Cor 10, 12). Cuando te la creés pasa lo que nos relata el Evangelio de hoy, Mateo 23, del 27 al 32. Jesús que les reprocha duramente a los escribas y fariseos su falta de fe y de misericordia. Actitudes en las que podemos caer y de las cuales nos tenemos que cuidar.

Te comparto algunas ideas:

En primer lugar, cuidá tu coherencia. El Señor responde a quienes muestran mucho por fuera pero tienen poco por dentro. La coherencia pasa por ahí, por vivir practicando lo que se cree. Es decir, la única forma de amar en serio tiene que ver con animarse a vivir a fondo lo que a uno le toca vivir. ¿Vos estás viviendo así, radicalmente cada cosa que hacés? Acordate que quien es fiel en lo poco, es fiel en lo mucho.

En segundo lugar, tenete misericordia. Es asumir lo que se debe cambiar y amigarse con lo que va a seguir de la misma manera. Y esto no es mediocridad, sino más bien conocerse a uno mismo para mirarse con los ojos de Dios. Él nunca te va a dejar sin fuerzas, Él siempre te va a sostener. No sos más porque te alaben o menos porque te critiquen. Lo que sos delante de Dios, eso sos, eso es lo importante. Agustín decía “nos hiciste, Señor para ti y nuestro corazón no va a descansar hasta que repose en ti”. ¿Qué queda al final de tu vida? Acordate que cuando podés llegar a la noche y te queda paz, es porque Jesús estuvo en tu día. ¿Estás teniendo misericordia con tu vida? Si no querés sufrir, no ames y no te ames. Pero si no amás, ¿para qué querés vivir?

Por último, tené misericordia a los demás. Más vale caminar buscando, que cerrarse y señalar. Hablá lo necesario, escuchá mucho y corregí con humildad. No seas de los que nada le viene bien, no le cargues al otro lo que vos no cargás. Sé fiel a lo que Dios te pide y déjalo a actuar.

San Agustín le decía a Dios “dame lo que me pides y pídeme lo que quieras”. Y a nosotros nos dice “rezá como si todo dependiera de Dios y trabajá como si todo dependiera de vos”. Que tengas un buen día y que la bendición de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo te acompañe siempre. Amén.