Miércoles 29 de Abril del 2020 – Evangelio según San Juan 6,35-40

martes, 28 de abril de
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Jesús dijo a la gente: “Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed. Pero ya les he dicho: ustedes me han visto y sin embargo no creen.

Todo lo que me da el Padre viene a mí, y al que venga a mí yo no lo rechazaré, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la de aquel que me envió.

La voluntad del que me ha enviado es que yo no pierda nada de lo que él me dio, sino que lo resucite en el último día.
Esta es la voluntad de mi Padre: que el que ve al Hijo y cree en él, tenga Vida eterna y que yo lo resucite en el último día”.

 

Palabra de Dios

 

P. Matías Burgui sacerdote de la Arquidiócesis de Bahía Blanca

 

Hoy es un lindo día para preguntarnos de qué nos queremos alimentar. Pienso que este tiempo de cuarentena es una buena época para sincerarnos con nuestro corazón y también con el Señor. Poder decirle a Él: “Jesús, no te busco por lo que me das, te busco por lo que sos”. Porque así nos busca Dios a nosotros, no por lo que le damos, sino por lo que somos: sus hijos muy amados. Qué lindo buscarlo a Jesús por quien es, no? Claro, porque el amor no se mendiga, se da y se recibe libremente. Lo hermoso del evangelio que compartimos hoy, Juan 6, del 35 al 40 es que los que escuchan al Señor están buscando al verdadero Pan de Vida y hoy es el mismo Señor quien se los dice abiertamente: “el Pan de Vida soy Yo”.

Seguramente te ha pasado más de una vez esto de orar con la Palabra, leer o escuchar el Evangelio y sentir en el corazón la certeza de saber que Dios te está hablando a vos. Bueno, creo que hoy es uno de esos días donde el Señor te habla. Le habla a tu corazón, a tus necesidades, a tus alegrías, a tus anhelos. Quién no desea saciar su hambre de plenitud, quién no quiere llenar sus vacíos, no? Bueno, el único que puede llenarte es Jesús. Si te acercás a Él todo puede cambiar, todo se puede transformar, porque Él te da la vida eterna. Para que este Pan verdadero nos llene hay que disponer la vida hacia Dios.

Querer, creer y seguir. Me parece que estos tres puntos pueden ser una linda herramienta para profundizar en nuestro encuentro con el Señor.

Querer. Jesús dice: El que viene a mí jamás tendrá hambre. Hay una decisión de ir, porque no vamos obligados, sino libres a su encuentro. Yo quiero ir, yo quiero compartir, yo quiero celebrar y dejar todo en las manos de Jesús, yo quiero recibirlo en su Palabra y la Eucaristía. Hay mucha gente que se mueve solamente por las ganas y su amor no deja de ser superficial. Pero el querer es distinto, es aceptar que lo que voy a recibir es el mejor bien que puedo tener en mi vida: Jesucristo mismo. Pedile al Señor la gracia de tener un convencimiento interior, que te aumente el querer, para que sepas que lo que necesitás hoy es el pan de vida. Es una gracia que hay que pedir, pero siempre para compartirla con los demás.

Creer. El señor dice también “ustedes me han visto y sin embargo no creen”. El reclamo que les hace Jesús es la falta de fe. Es ese creer que mueve montañas, ese creer que moviliza y le da sentido a nuestras vidas, a nuestro día a día. Acordate que la fe es “ver la vida con los ojos de Dios”. Qué lindo esto, porque nos da la clave para caminar por este mundo: mirar todo como lo mira Dios. No solamente descubrirlo a él, sino también descubrir su presencia en los demás y en mi propio corazón.

Seguir. Que nuestro sentir sea el de Jesús. Qué importante es metabolizar a Jesús, hacerlo nuestro y hacernos suyos. Él dice: he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la de aquel que me envió. Vos y yo también tenemos que descubrir cuál es esa voluntad en nuestra vida, ese sueño que Dios tiene para tu caminar. Eso es la santidad, ir discerniendo qué es lo que Dios me pide. Quedate tranquilo, quédate tranquila, que Dios no juega a las escondidas con vos, todo lo contrario, se te va mostrando a través de signos. Por eso, pedile hoy al buen Dios que te mande su Santo Espíritu para que puedas querer, creer y seguir.

Que la bendición de Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, te acompañe siempre. Amén.