Miércoles 29 de Enero del 2020 – Evangelio según San Marcos 4,1-20

martes, 28 de enero de
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Jesús comenzó a enseñar de nuevo a orillas del mar. Una gran multitud se reunió junto a él, de manera que debió subir a una barca dentro del mar, y sentarse en ella. Mientras tanto, la multitud estaba en la orilla.

El les enseñaba muchas cosas por medio de parábolas, y esto era lo que les enseñaba: “¡Escuchen! El sembrador salió a sembrar.

Mientras sembraba, parte de la semilla cayó al borde del camino, y vinieron los pájaros y se la comieron.

Otra parte cayó en terreno rocoso, donde no tenía mucha tierra, y brotó en seguida porque la tierra era poco profunda; pero cuando salió el sol, se quemó y, por falta de raíz, se secó.

Otra cayó entre las espinas; estas crecieron, la sofocaron, y no dio fruto.

Otros granos cayeron en buena tierra y dieron fruto: fueron creciendo y desarrollándose, y rindieron ya el treinta, ya el sesenta, ya el ciento por uno”.

Y decía: “¡El que tenga oídos para oír, que oiga!”.

Cuando se quedó solo, los que estaban alrededor de él junto con los Doce, le preguntaban por el sentido de las parábolas.

Y Jesús les decía: “A ustedes se les ha confiado el misterio del Reino de Dios; en cambio, para los de afuera, todo es parábola, a fin de que miren y no vean, oigan y no entiendan, no sea que se conviertan y alcancen el perdón”.

Jesús les dijo: “¿No entienden esta parábola? ¿Cómo comprenderán entonces todas las demás?

El sembrador siembra la Palabra.

Los que están al borde del camino, son aquellos en quienes se siembra la Palabra; pero, apenas la escuchan, viene Satanás y se lleva la semilla sembrada en ellos.

Igualmente, los que reciben la semilla en terreno rocoso son los que, al escuchar la Palabra, la acogen en seguida con alegría; pero no tienen raíces, sino que son inconstantes y, en cuanto sobreviene la tribulación o la persecución a causa de la Palabra, inmediatamente sucumben.

Hay otros que reciben la semilla entre espinas: son los que han escuchado la Palabra, pero las preocupaciones del mundo, la seducción de las riquezas y los demás deseos penetran en ellos y ahogan la Palabra, y esta resulta infructuosa.

Y los que reciben la semilla en tierra buena, son los que escuchan la Palabra, la aceptan y dan fruto al treinta, al sesenta y al ciento por uno”.

 

Palabra de Dios


Padre Matías Burgui, sacerdote de la Arquidiócesis de Bahía Blanca

Hoy compartimos un pasaje bastante conocido del Evangelio según san Marcos, capítulo 4, versículos del 1 al 20. La liturgia nos invita a orar con la “parábola del sembrador”. Fijate qué cercano el lenguaje de Jesús, fijate cómo un misterio tan grande como lo es el del reino de los cielos, Él lo sabe bajar para que todos los que lo oigan lo puedan entender. Esta es la base de todos sus discursos, nos dice que el reino de los cielos está cerca, es decir que Dios está cerca de nosotros y esta es la novedad. Dios no está lejos, se hizo hombre. Eliminó las barreras, canceló las distancias. No lo merecíamos. Él vino a nosotros, vino a nuestro encuentro. Así como hace 2000 años, la Palabra sigue siendo viva y eficaz, por eso hacemos una mirada de fe, le pedimos al Señor que nos ilumine la inteligencia y nos abra el corazón. Meditemos algunas ideas.

En primer lugar, qué podés sembrar hoy. Parece un pregunta tonta, pero si hay algo que nos deja la Palabra de Dios es que Él siembra para que podamos sembrar nosotros también. Lo genial de la Buena Noticia es descubrir a un Dios que nos sale al encuentro, que es cercano y muy creativo para llegar a nosotros. Ponete a pensar: ¿Qué te diría Dios si lo tuvieras adelante? ¿Qué le dirías vos a Él? Lo que me parece que vos y yo tenemos que intentar todos los días es transmitir esta noticia, la del amor de Dios a todos los que nos cruzamos. Eso es sembrar. Lindo propósito para hoy: transmitir el amor de Dios, sembrar unión, perdón, reconciliación, amor, solidaridad. Sembrar la fe y dejar que esa semilla germine también en nosotros.

Quizás hoy vos tengas que ser sembrador, quizás hoy tengas que salir a ver cómo anda todo. Antes de sembrar, observar bien, como hacían los sembradores en el tiempo de Jesús: ver la humedad del suelo, ver la calidad de la semilla, preparar el terreno. Bueno, eso tenemos que hacer con nuestros hermanos: preparar sus corazones, no predicar un Evangelio diluido, estar atentos al mejor momento y acompañar cuando Dios empieza a crecer en sus vidas. ¿Qué estás sembrando hoy? Pedile al Señor la gracia y la prudencia para llevar siempre la buena semilla y que Él sea el que dirija tus manos y tu corazón.

En segundo lugar, que la semilla crezca primero en vos. Hoy el Evangelio nos invita a pensar y meditar qué tipo de semilla va creciendo en nuestra vida. La semilla por excelencia es la Palabra de Dios. Fijate que este fin de semana pasado nuestro Papa Francisco lo dedicó justamente a la Palabra. Él nos pedía que leamos algún versículo de la Biblia cada día. Comencemos por el Evangelio; mantengámoslo abierto en casa, en la mesita de noche, llevémoslo en nuestro bolsillo, veámoslo en la pantalla del teléfono, dejemos que nos inspire diariamente. Descubriremos que Dios está cerca de nosotros, que ilumina nuestra oscuridad. Preguntate qué hay hoy en tu interior. ¿Hay paz o hay ansiedad; hay amor o hay resentimiento; hay unidad o hay desunión? Alimentate de la Palabra, alimentate de la buena semilla. Escribí, subrayá, marcá, quedate con un una frase y un propósito todos los días. ¿Cuál es tu propósito para hoy?

Por último, hacé silencio. En el mundo de hoy se hace muy poco silencio. Estamos mal acostumbrados a correr atrás de los ruidos, pero el Señor te invita a para un poco y a contemplar. Contemplar para dar de lo contemplado. Sin escucha no hay nada. Pero no alcanza solamente con escuchar, hace falta un corazón dócil, un corazón que escuche y que luego intente practicar eso que recibió. Por eso preguntate, ¿te estás dejando moldear por la voz de Dios o las preocupaciones te hacen olvidar lo verdaderamente importante? Ponelo en tu oración de hoy y dale gracias al Señor porque siempre se puede volver a empezar.

Que tengas un buen día y que la bendición de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo te acompañe siempre. Amén.