En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no las pueden comprender ahora. Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo. El me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes. Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les digo: ‘Recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes’.”
Estamos compartiendo en este día miércoles el evangelio según san Juan, capítulo 16, del 12 al 15. La Palabra nos va poniendo en camino y en sintonía con lo que el próximo domingo será la fiesta de la Ascensión del Señor.
Jesús comienza a decir sus últimas palabras, va puntualizando los aspectos más profundos, más esenciales para poder ser verdaderos discípulos y misioneros. El Señor se despide de los suyos y avisa que no van a estar solos porque el Espíritu que Él enviará los va a iluminar. Una promesa que también es para nosotros.
Meditemos algunas ideas:
En primer lugar, todo a su tiempo. Hoy el Señor te invita a recordar que todo en la vida tiene su tiempo, hay un tiempo para todo. Es cierto, a veces nos gana la ansiedad y ese autoengaño de pensar que siempre tenemos que tener todo en claro. Pero no, Dios te acompaña con su Espíritu mostrándote la parte del camino que necesitás conocer para decir que sí hoy. Estamos en la cultura de lo inmediato, donde se recalca solamente lo negativo. Mirá, quien se lamenta todo el tiempo es porque se ha olvidado de rezar, quien vive en el pesimismo se está perdiendo todos los regalos que Dios le hace. No te desesperes por lo que todavía no comprendés, el Señor te promete su Espíritu Santo. Todo a su tiempo. Pero no te olvides de apoyar tu vida en Jesús. Mañana ya llegará, no te inquietes, no te desesperes. Recordá que a quien Dios tiene, nada le falta. ¿Vos, cómo estás viviendo tu hoy? ¿Vas paso a paso o querés tener todo controlado? Que el Espíritu aumente nuestra confianza para escucharlo y seguirlo.
En segundo lugar, saber recibir. Una tentación que te puede llevar muy fácil a la crisis es la de pensar que uno puede solo. La cultura del “yo-lo-puedo-todo” es muy engañosa. Es decir, no está mal creer en uno, pero es mejor creer en Dios. Eso significa que frente al “yo puedo” o al “yo sé”, es mejor agregar un “no”. No, yo no puedo todo; no, yo no sé todo. Pero por eso espero en Dios, por eso necesito de Él. Acordate: trabajá como si todo dependiera de vos, pero rezá como si todo dependiera de Dios. ¿Estás dejando que Dios te sostenga en tus debilidades? No te desanimes, Dios está. Cuando llegan las dificultades, los cansancios, los problemas y las preguntas no te olvides que todo se te pasa y que solo Dios basta. Confiá en que lo que hoy te hace llorar, con la ayuda de Dios se va a transformar en consuelo y paz. Esa es la promesa que hoy te hace el Señor: nunca estás solo, el Espíritu Santo te sostiene.
Por último, viví el testimonio. Acordate que el testimonio es compartir todo aquello que el Espíritu Santo obró en tu vida y en tu corazón. El testimonio es ponerlo en el centro a Jesús para que los demás compartan con vos tu paz y alegría. Cada testimonio que das es volver a decirle “sí” al amor de Dios. Es decir “sí” otra vez, a pesar de todo. Pedile hoy al Señor redescubrir su obra en tu vida y déjate amar. Mostrá a Jesús desde la experiencia del encuentro, no des una clase, anímate a ser vos.
Que tengas un buen miércoles y que la bendición de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo te acompañe siempre. Amén.
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