Miércoles 3 de Julio del 2019 – Evangelio según San Juan 20,24-29

martes, 2 de julio de
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Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús.

Los otros discípulos le dijeron: “¡Hemos visto al Señor!”. El les respondió: “Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré”.

Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”.

Luego dijo a Tomás: “Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe”.

Tomas respondió: “¡Señor mío y Dios mío!”.

Jesús le dijo: “Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!”.

 

Palabra de Dios

 


P. Matías Burgui sacerdote de la Arquidiócesis de Bahía Blanca

 

Hoy es la fiesta del apóstol Santo Tomás, un apóstol muy querido y con el cual muchos de nosotros nos identificamos bastante. En la misa vas a ver que el sacerdote se viste de rojo, que es el color del testimonio, del martirio y de los apóstoles que dieron su vida como reflejo del amor de Dios. El relato del evangelio de este miércoles, Juan 20, 24 al 29, nos narra una de las primeras apariciones del resucitado. Pensemos algunas ideas para nuestra oración de Dios:

En primer lugar, la comunidad. Vos fijate que lo primero que llama la atención del relato es que Tomás no estaba con la comunidad cuando se apareció Jesús. Muchas veces podemos caer en la tentación de pensar que la experiencia de encuentro con Jesús se da en soledad. Es personal, sí, pero no se da en solitario. La experiencia de encuentro con el Señor siempre la vas a tener en comunidad. La comunidad es la que te lo anuncia, la que te acompaña, la que te sostiene y la que también te revela el rostro de Cristo. Por eso es tan importante que no te cortes solo o sola, necesitás de hermanos que te ayuden y que caminen la fe con vos. Creo que es un buen día para preguntarnos cómo está nuestra relación con nuestra comunidad, con la capilla, con el grupo, con la parroquia. ¿Estoy involucrado o simplemente soy un espectador más que todo lo observa y lo critica? ¿Mi comunidad da un testimonio creíble de Jesús resucitado? Animate a vivir la fe en comunidad, acordate que no podés ser un francotirador en cuestiones de fe.

En segundo lugar, las dudas. Más tarde, cuando le anuncian a Tomás la resurrección de Jesús, él no lo cree. Las dudas que Tomás tiene en el evangelio muchas veces pueden ser las nuestras. Pero ojo, porque no está mal tener dudas. El problema es si nos quedamos en eso y no hacemos nada más. Las dudas tienen que llevarte a buscar, abrir el corazón, no a encerrarte. Si tenés dudas, preguntá, consultá, investigá, pero no te quedes en silencio. No pasa todo por el sentir. Cuantas veces aparece en tu vida esa lucha interna de no sentir a Dios. La fe no pasa por sentir bonito, es mucho más. Lo importante es vivir a Dios. Acordate que quien busca encuentra y que si buscás la verdad, la verdad te va a encontrar a vos, porque la verdad no es algo, es alguien, es Jesús. ¿Qué dudas de fe tenés? ¿Ya las hablaste con alguien? No te quedes callado.

Por último, Señor mío y Dios mío. Jesús es el único que puede llenar las búsquedas de tu corazón y eso lo lográs por la fe. Meter el dedo en la llaga es encontrar que en su pasión nos dejó todo, que nos amó hasta el extremo y que por su muerte hemos sido salvados. Meter el dedo en la llagas es encontrarte con esos hermanos que sufren y que hoy te necesitan. Meter el dedo en la llaga es descubrirte necesitado del amor de Jesús. Felices los que creen sin haber visto, felices los que viven la fe. Tomás no estaba presente cuando se le apareció Jesús pero lo descubrió cuando aceptó que lo necesitaba por completo. La fe es un don de Dios, pedile al Señor que nos la aumente. Señor mío y Dios mío.

Que tengas un buen día y que la bendición de Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo te acompañe siempre. Amén.