Mientras caminaba a orillas del mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: a Simón, llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que echaban las redes al mar porque eran pescadores. Entonces les dijo: “Síganme, y yo los haré pescadores de hombres”. Inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo siguieron. Continuando su camino, vio a otros dos hermanos: a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca con Zebedeo, su padre, arreglando las redes; y Jesús los llamó. Inmediatamente, ellos dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron.
Hoy celebramos la fiesta de San Andrés, discípulo de Jesús, y hermano de Simón Pedro. El Evangelio nos regala el relato vocacional de este seguidor de Jesús:
“Mientras caminaba a orillas del mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: a Simón, llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que echaban las redes al mar porque eran pescadores. Entonces les dijo: «Síganme, y yo los haré pescadores de hombres». Inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo siguieron.”
Podemos imaginar la escena. Una clásica y rutinaria jornada de trabajo en la vida de estos pescadores. Salir de madrugada, ganándole al sol que alumbra el lago de Galilea; subir a la pequeña barca y comenzar a preparar las herramientas de trabajo; remar a un lugar con esperanza de encontrar la recompensa; tiras las redes, sacar; tirar las redes, sacar; tirar las redes, sacar; seguramente acompañado de momentos de largos diálogos y de largos silencios. Y de repente, por la orilla del lago se acerca un caminante. A simple vista uno más de tantos que peregrinan esa tierra con la idea de subir a Jerusalén. Y el caminante pronuncia una frase que cambió para siempre el rumbo marítimo de esta barca: “sígueme”.
El Evangelio, muy reservado a nuestra curiosidad, no dice mucho sobre lo que pasó en el interior de estos hombres trabajadores. Simplemente dice, como si fuera el desenlace más normal y esperable de esta historia: “Inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo siguieron”
¿Cómo habrá sido la mirada de Jesús? ¿Cómo habrán sido sus palabras? ¿Cómo habrá sido su apariencia? Para que este par de pescadores, sin titubear un segundo, sin preguntar para qué o porqué, dejaran su tarea por el nuevo oficio de ser seguidores. ¡Qué hermoso misterio el de la vocación de ser discípulo de Cristo! ¡Lo sabemos en carne propia! Probablemente cuando escuchaste esa llamada de Jesús, cuando pronunció tu nombre y te invitó a ir detrás de él, no aparecieron los cálculos, los razonamientos, ni el deseo de recompensas… Sencillamente te cautivó su presencia, su mirada y su palabra, y casi sin darte cuenta estabas dando pasos tras aquel que camina con gran profundidad y salvación. Jesús es seguible. Toda su persona es una invitación a caminar tras el Padre, en búsqueda de su voluntad. ¡Dale gracias a Jesús por haber recibido este hermoso llamado!
El Evangelio también nos dice que ellos, junto con su inmediatez, tuvieron que dejar algunas cosas para seguir a Jesús: ellos dejaron las redes. Pues para un mejor seguimiento, más libre, más radical, más sincero, es necesario dejar aquellos signos de la vida antigua. Probablemente para estos hombres, la vida misma era pescar, y así se les iban los días. ¿Qué has dejado en tu vida para seguir a Jesús? Pensá en gestos, pensamientos, actitudes y acciones que ahora forman parte del pesado. Pensá en esa red que ocupaba tu vida antes de Cristo… y ofrécela… que en adelante has sido y serás pescador de hombres.