Miércoles 6 de Mayo del 2020 – Evangelio según San Juan 12,44-50

martes, 5 de mayo de
image_pdfimage_print

Jesús exclamó: “El que cree en mí, en realidad no cree en mí, sino en aquel que me envió. Y el que me ve, ve al que me envió.

Yo soy la luz, y he venido al mundo para que todo el que crea en mí no permanezca en las tinieblas. Al que escucha mis palabras y no las cumple, yo no lo juzgo, porque no vine a juzgar al mundo, sino a salvarlo. El que me rechaza y no recibe mis palabras, ya tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he anunciado es la que lo juzgará en el último día. Porque yo no hablé por mí mismo: el Padre que me ha enviado me ordenó lo que debía decir y anunciar; y yo sé que su mandato es Vida eterna. Las palabras que digo, las digo como el Padre me lo ordenó”.

 

 

Palabra de Dios

 

Padre Matías Burgui sacerdote de la Arquidiócesis de Bahía Blanca

 

Hoy compartimos Juan 12, del 44 al 50. Nos encontramos al Señor hablando de su misión, una misión que viene del Padre. Jesús es la luz que vino para que todo el que crea en Él no camine en tinieblas sino que tenga la luz de la vida. De eso se trata todo, de dejar entrar a Jesús. Meditemos algunos puntos para nuestra oración de hoy:

En primer lugar, dejá que Dios te ilumine. Jesús es luz que ilumina pero no encandila, es una luz cálida que acoge y también da calor. Y sí, si uno está mucho tiempo en la oscuridad, cuesta acostumbrar la vista a la luz. Al principio hasta te puede doler un poco la vista, pero después vas viendo cada vez más y más. De eso se trata todo, de ir acostumbrando el corazón a la presencia del Señor. Acordate que cuando el Señor entra en tu vida todo se empieza a iluminar. Para eso vino Jesús, para eso quiere llegar a tu corazón, para iluminar todas y cada una de tus vivencias. Preguntate qué te está costando ver en tu vida hoy. Hoy podemos pensar qué significa andar a oscuras, ¿no? No te preocupes si todavía no ves todo con claridad, hace falta un tiempo para adaptarse a la luz. Dejá que Dios ilumine con esa luz que no encandila, sino que alumbra.

En segundo lugar, compartí tu luz. Vos también tenés una misión: iluminar y anunciar a Jesús entre los tuyos y en lo que te toca vivir. Nadie da lo que no tiene, no podemos ser hijos de la luz y andar en tinieblas. Y eso también es un llamado a vivir con coherencia. Vos y yo estamos llamados a llevar también esta luz y alumbrar donde hay oscuridad. Qué linda la invitación que Dios nos hace: llevar la luz del evangelio pero no como alguien que lleva una vela en sus manos, sino como alguien que es vela que se consume para alumbrar. Nosotros, vos y yo tenemos que ser antorcha con nuestras vidas. Da siempre testimonio de Jesús, y si es necesario, usá palabras. Acordate que vos también estás invitado a dar testimonio de Jesús en donde te toca caminar y llevar unidad donde hay división, perdón donde hay rencor, humildad donde hay soberbia y paz donde hay odio. Con Jesús podemos todo eso y más. Porque, cuando Dios entra en tu vida, tenés luz y transmitís luz a los demás. ¿Dónde Dios te estará pidiendo alumbrar?

Por último, vivir la misericordia. El Señor dice que no viene para juzgar sino para salvar. No estamos para condenar, sino para ayudar a que nuestros hermanos se encuentren con el amor y la misericordia de Dios. ¿Estás siendo puente entre tu hermano y el Señor? Bueno, pensalo y ponelo en práctica. Pedile a Jesús que te ayude a iluminar tu vida y tu corazón para que puedas iluminar la de aquellos que están caminando con vos.

Que tengas un buen día y que la bendición de Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, te acompañe siempre. Amén.