Misionar es compartir con alegría la dicha de reconocernos hijos de Dios y hermanos en Cristo

lunes, 21 de enero de
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21/01/2019 – Durante el tiempo de vacaciones, miles de jóvenes de todo el país se ponen en camino recorriendo pueblos y ciudades en diferentes actividades misioneras. La Diócesis de Zárate-Campana desarrolló 4 misiones simultáneas en diferentes comunidades urbanas y rurales. Entre los misioneros, los jóvenes son el mayor número.

Luciana, una de las misioneras, nos acerca el relato de su experiencia en salida:

 

Mi nombre es Luciana, tengo 20 años y pertenezco a la comunidad parroquial de Nuestra Señora de Lujan, en la ciudad de Campana. El año pasado, la Catedral Santa Florentina invitó a participar de la misión realizada en la parroquia San Juan Bautista (localidad de Matheu, partido de Escobar) a los jóvenes de las parroquias vecinas: Nuestra Señora de Luján y Nuestra Señora del Carmen; y a partir de acá es que empieza la preparación de la Misión 2019.

La palabra “misión” hace referencia a envío, y este es el motor para lo que hacemos: somos enviados de Dios a anunciarlo. Cada misión tiene un tiempo de previo en donde nos preparamos para llevar a Jesús a la comunidad; donde nos formamos, fortalecemos la espiritualidad y compartimos tiempo de calidad entre nosotros para conocernos.

Una vez finalizada la preparación, arranca lo más lindo: la misión en sí. Las actividades durante los días consecutivos se dividen en dos; por un lado, durante la mañana nos separamos en grupos y recorremos el barrio; tocamos las puertas de las casas, charlamos con los vecinos, compartimos unos mates junto a nuestras vidas de fe e invitamos a las comisiones que forman parte de la actividad de la tarde. Pasado el mediodía, lo siguiente son las comisiones o “grupos” organizados por edades; niños y pre-juveniles tenían sus actividades en la capilla Nuestra Señora de Itatì a partir de media tarde; los jóvenes aprovechaban de reunirse en la plaza del pueblo, que es el punto más concurrido por los adolescentes; y por último, los adultos tenían sus reuniones a la hora de la cena, en las instalaciones de la parroquia. A mí me tocó estar la comisión niños y desde lo que viví este año puedo contar lo que hacíamos: preparábamos un tema distinto para cada día y mediante juegos y dinámicas, evangelizábamos a los más chiquitos; después de eso jugábamos y merendábamos durante el resto de la tarde.

La comunidad de Matheu nos recibió con los brazos abiertos; como es el segundo año que los chicos de Catedral misionan en el lugar, mucha gente nos estaba esperando con alegría y cariño. Muchos otros que quizás estaban alejados, o no estaban enterados de las actividades, también nos recibieron muy afectuosamente e incluso se interesaron y se sumaron a participar. Desde comisión niños, los chicos todos los días estaban esperándonos para prenderse a lo que viniéramos a proponerles e incluso después de la vergüenza de los primeros días, empezaron a quedarse a rezar con nosotros o inclusive a participar de la misa.

En sí, toda la experiencia es un enriquecimiento constante. Uno empieza con la idea de anunciar el amor que se nos fue dado mediante Jesucristo, pero mediante las distintas personas con las que uno se va encontrando, se recibe mucho más de lo que se tiene y se encuentra a Jesús en los gestos más que en las palabras. Misionar es el envío a anunciar, pero más que nada es compartir con alegría la dicha de reconocernos hijos de Dios y hermanos en Cristo.