Abrir las puertas de nuestra alma, dejarse invadir por el amor. Resucitar nuestra sonrisa y redescubrir la magia del perdón. Dar todo aquello que somos, empeñarse en construir un mundo mejor. Amar a todos y descubrir en cada uno la presencia de Dios.
Caerse y levantarse, por la fuerza de un abrazo que invita a seguir. Es que juntos todo es mejor, y a veces simplemente hace falta aceptar el misterio de entendernos sin hablar, gracias a una sonrisa y una mirada que nos dicen: “acá estoy”.
Entregarse, amarse para saber amar Perdonarse, para saber perdonar Y comprometerse a seguir caminando intentando ser cada día un poquito mejor. Aceptar la paradoja, de que a veces es necesario luchar para descubrir la fe.
Y por fin, encontrarse con Dios tanto en la sonrisa de un niño como en las lágrimas de un abuelo. Sabiendo que al final del día, lo único que se nos preguntará es ¿Cuánto has amado hoy?
TODO ESO ES MISIONAR