04/01/2019 – No hay porqué temer que el nuevo año traiga tormentas. Que venga con lluvia y lave nuestras penas. Que sea profusión que derrama del cielo y barra todo abatimiento.
Hay que atreverse a ver las afluencias de los meses que entran, como precipitaciones capaces de mojar cada rincón que ha quedado vacío de consternación.
Hay que dar cauce a la grima que nutre nuestra alma, y dejar entrar la esperanza, para regar los terrones secos y expandir los cercos de nuestro corazón con agua de tantos anhelos.
Hay que volver a creer y retornar a las fuentes, porque lo puramente humano nos ha bloqueado la mirada que busca la verdad, y ha cambiado el rumbo de las acequias que humectan la vida de felicidad.
Que aprovechemos los días de tromba para destapar el pozo y renovar la congoja estancada, con gotas de amor y encuentros. Que podamos empapar de alegría toda aversión que hiere, toda desazón que duele. Que las nubes grises que anuncien el temporal, sean una oportunidad para volver a convertirse, sonreír y amar.