¿Para qué me elegís?

viernes, 18 de febrero de
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Acá estoy mirando hacia atrás, contemplando mis intenciones ocultas, mis búsquedas de éxito y grandeza para redescubrir una vez más que he decidido seguir al Dios de los fracasados. De a ratos parece que me olvido de tu cruz y tu muerte pero eso no es nada. Lo peor de todo es que me olvido que después de tu aparente fracaso vence la Vida y que Vos germinás en lo oculto, ahí donde mis ojos no te alcanzan. Sin embargo, a pesar de mi fragilidad, o mejor dicho, por ella, me elegís.

Ahora yo me pregunto si soy consciente para qué. ¿Para qué me elegís, Señor? Porque dentro el ego grita sueños de piedra que buscan construir castillos para coronar mi gloria y no es para eso que Vos me elegís, lo sabe mi alma. Entonces, decime amado, acá embarrada de fracaso y desilusión ante lo que no es,  ¿para qué me elegís?

Para abrazar lo que es, para tocar la herida, para darme de lleno en lo de cada día y luego descansar en Vos, mi eterna paz, confiando en la Vida que germina imparable aunque imperceptible. Me elegís para aprender a amar más allá de las respuestas, para dar testimonio de una vida que se gasta en algo más que ella misma y que sostiene la esperanza aun en las noches más opacas.

Me querés confiando y entregada, creciendo cada vez más en humildad, viviendo en tu verdad,  cuidando la vida al modo de José, sin protagonismos ni grandes hazañas sino partida en el día a día, en lo de todos los días. Ahí, en lo que es, y no en otro lugar, ahí me querés encontrar. En todos te me querés revelar porque incluso donde yo percibo rechazo, Vos me querés enseñar a amar en libertad, sin imponerme, dándole a cada cual su tiempo, confiando en el curso de la Vida que a todos nos va alcanzando, nos va sanando y nos va resucitando.

Quiero, Señor, una vez más, darme de lleno.