¿A dónde comienza la indiferencia?
Me surgió este interrogante. ¿Arrancará con un visto? Si bien soy consciente de que indiferencia ha habido desde los comienzos y que culpar a WhatsApp sería desvirtuar la cuestión no puedo dejar de pensar de que hoy algo de incidencia tiene en nuestro proceder.
‘Clavamos el visto’ con total impunidad, qué más da, da lo mismo, o al menos a quien lo hace le da lo mismo lo que el remitente sienta del otro lado. Clavar el visto es ignorar, camuflado de normalidad. Clavamos el visto en los grupos porque nos desligamos de ser receptores, ‘que conteste otro’, ‘¿Para qué voy a contestar?’, y a veces lo tenemos tan incorporado que ni siquiera pensamos lo anterior sino que lo hacemos, sin más, sin pensar. Nos desligamos de la responsabilidad con el mismo descaro en el mundo online que en el real. No nos percatamos de que nuestra respuesta, en cualquier circunstancia, cuenta, vale y tiene consecuencias en otros.
Le ‘clavamos el visto’ a nuestros amigos y a nuestros familiares. Está tan incorporado que ni siquiera se nos ocurre pensar que del otro lado hay alguien que siente, que espera, que por alguna razón ha decidido escribirnos. No nos interesa porque ‘estamos en la nuestra’.
Y así trasladamos esto que tenemos tan arraigado en la virtualidad a la vida real. Nos juntamos y les ‘clavamos el visto’ en la cara a quien tenemos en frente por ver historias de Instagram de gente que quizá ni conocemos. Le ‘clavamos el visto’ a nuestros padres por revisar nuestras redes aunque sabemos que es poco lo que podemos hallar de utilidad en esa marea de información e imagen.
Clavar el visto es ignorar e ignorar es ser indiferente. He aquí la verdad, cruda y cruel. Somos indiferentes, es decir, no nos importa lo que le pase al otro, simplemente porque no hay otro. Solo cabemos nosotros en este mundo hecho tan a la medida de nuestros intereses mezquinos. No nos importa que nuestro amigo espere con ansias nuestra mirada, ni que nuestros padres esperen nuestras charlas. Somos los reyes de la indiferencia. Y así como poco nos importa lo que sienten nuestros cercanos, mucho menos nos interesa lo que pasa a nivel social, a esos otros que no somos nosotros. Y así, se pasan los días, y estamos sin estar, siempre en otra parte, pensando en otra cosa, siempre tarde, siempre ‘en otra’.
¿Qué será esa otra cosa en la que estamos? Porque la vida es hoy, acá, ahora. La indiferencia ha existido siempre porque la raíz de la misma es el egoísmo en el corazón del ser humano. Ojalá que sepamos luchar contra este egoísmo que nos va encorvado sobre nuestro propio ombligo hasta que somos todo lo que vemos. Qué vacío, qué nada tan abismal es ser el centro de uno mismo. Ojalá que algún día sepamos alzar los ojos, descubriremos que la vida es y que con los ojos abiertos nosotros también podemos ser.