Poema del apóstol

jueves, 23 de mayo de
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Me acercaba en la noche a la orilla a buscar tu sonrisa, mientras el río se llevaba mis olvidos y cargaba sin piedad con todos mis bravos rujidos.

Buscaba en aquel puerto algún recuerdo que me devolviera tu rostro. Arrojaba piedras a lo hondo. Me esperanzaba oír tu tonada que me abrazara todo.

Caminaba al borde del cause cantando mis pocas glorias, recorriendo mis momentos, y dejando una huella tu vida que se haría parte de mi historia.

Corrían tras de mí risas y lágrimas de desconsuelo. Soplando el viento frío en mi cara, me di cuenta que eras tú la luz de mis noches claras.

Me escuchaste remarla duro por dentro. Te subiste a mi bote, y fuiste la aventura de pechar la corriente hasta mi próximo horizonte.

Estando yo pescando en las tardes sin sol, te viniste a mi lado a hacerme compañía, me diste tus palabras, y mi corazón volvió a confiar en la alegría.

Volviste paz mis manías absurdas. Explotaste mis talentos con tu inmensa gratuidad y hermosura.

En ti, la amistad se haría persona. No me fué fácil encontrar alguien así en esas horas.