A veces necesitamos de un intensivo para poder prepararnos para ciertas pruebas. Lo hacen los deportistas antes de una gran competencia, los estudiantes antes de los exámenes, los novios semanas antes de dar el sí.
La cuaresma en cierto modo también es un tiempo de preparación, de “entrenamiento interior”, tiempo para fijar fechas y objetivos, y para proyectar un camino posible para lograrlos. Principalmente es un tiempo para disponerse. Es un entrenamiento particular, porque en este caso, es más lo que hace el entrenador que quien se está entrenando. Disponernos a que el Espíritu nos lleve al desierto, a que nos hable al corazón en medio de las actividades ya iniciadas. Disponernos para que con su amor nos muestre esos lugares donde necesitamos luz y sanidad.
Y la meta será la pascua. La que celebraremos el día que el calendario lo fije, pero se nos hará presente durante todo el año. Pascuas en vínculos, en las cosas que anhelamos y que se demoran… La pascua del cierre de etapas, del cumplimiento de las promesas y del comienzo de nuevas etapas. Pascua de intentar y no llegar, de buscar y perder el rumbo. Pascua de no siempre encontrar motivos.
Esas pascuas aparecen todo el tiempo y en estas semanas se nos presenta el tiempo propicio para preparar el corazón: descubrir cuánto amor y misericordia de Dios para tu vida e intentar que esa certeza quede grabada a fuego en el corazón. El amor es creativo y quien se sabe amado… encuentra los caminos.