Primavera de esperanzas

martes, 10 de septiembre de
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Llegó la primavera. La estación de las flores y las alergias. Tiempo donde todo árbol que miremos a nuestro alrededor nos regala una infinita diversidad de verdes.

A diferencia del invierno que nos apaga un poco el corazón y el ánimo, la primavera con su calidez nos devuelve el entusiasmo y la alegría. Así lo siento yo, al menos. Es una época donde cambia el clima, se siente menos frío y oscurece más tarde. Me gusta la primavera y cuando viene cada año la disfruto de principio a fin, incluso con ese viento que todavía tiene algo de invernal y cuando se esconde el sol toca un poco nuestros huesos.

Pero todas estas características de la primavera como tal me hacen pensar en la primavera del espíritu y el corazón. Esa estación que nace en nuestro interior, y hace crecer la vida y la vida en abundancia que viene de Dios.

Esa primavera de la que hablo es cuando el Señor hace brotar en nosotros la esperanza; esa esperanza en lo que Él mismo tiene pensado para nuestra vida y que siempre tiene que ver con nuestros sueños, anhelos y deseos más profundos.

Así como los árboles se llenan de hojas y aparecen las flores con distintos colores y tamaños, Dios completa nuestra vida con su gracia y la manifiesta a través de personas y momentos y desde ahí comienza a gestar nuestra historia, con nuestra frescura y belleza, pero también con todo lo que tiene de ramas secas o sin brote, sabiendo que ellas también forman parte del árbol de nuestra vida.

Esta analogía entre la primavera concreta y la de nuestro interior, surge como respuesta al sentirme invitado por Dios a aceptar en mi historia los brotes de su resurrección, ya que es Jesús quien trae para mí la salvación y me sana tocando con misericordia mi alma que a ratos se vuelve reseca y sin vida.

Y es en esta época donde Dios hace renacer en mí la entrega generosa. Reaviva mi esperanza y me anima a ponerme en camino hacia donde Él lo disponga, con sencillez y alegría en el servicio, y renovando cada día el impulso de mi corazón dispuesto a amar sin reservas para dar vida a los hermanos haciendo que brote para todos la primavera espiritual.