Quién dona su tiempo, dona su alma

lunes, 10 de agosto de

A todos nos pasa que la realidad nos traspasa. Un presente que nos involucra estar atentos por las noticias que nos generan miedos, inciertos, nos preocupa y hasta incluso toma nuestro tiempo para convertirnos en portadores de un mundo nuevo.

Quedarnos en casa por varios meses ha sido y sigue siendo un gran reto en muchos aspectos. Pero … ¿Qué nos movió en estos meses el aislamiento social?. Perseverar en el camino no es fácil, pero cuando se trata de ayudarnos entre nosotros, el camino se torna más liviano.

Dios no se toma vacaciones y tampoco descansa en tormentas. Él nos ha hecho actuar, tomando riendas desde la comunicación, abriendo puertas del corazón, despertando personas nuevas que llegan para quedarse; dando aliento en el acompañamiento, que muchas veces se hace más cercano que el propio aislamiento.

Cuando se trata de ayudar al otro, no sólo es dar lo que uno tiene, es movernos desde donde estamos parados, es salirse de la comodidad y dar paso a un nuevo lugar; que sencillamente es donar lo que somos, capaces de regresarnos con oportunidades diferentes como crecer en la caridad del compartir.

Ayudar es además, ayunar. Desprendernos de nuestro metro cuadrado para circular en el sendero de la solidaridad, es saciar nuestra sensibilidad, nuestra humanidad, nuestra forma de escoger la síntesis del día que nos regala la vida.

¿Qué nos mueve la solidaridad? ¿Qué nos hace salir de nosotros mismos para donar nuestro pedacito de vida? Ante el caos que hoy el mundo manifiesta, nos afecta en todos los sentidos … pero como el sol nace todas las mañanas, Dios nos aclara las miradas para que juntos caminemos sin conocernos; creando vínculos de hermandad y experimentar que donar nuestro tiempo es donar nuestra alma.

 

Carito Amat