10/01/2019 – El verano para muchos jóvenes representa un tiempo de descanso y de cambio de actividades. Algunos aprovechan para realizar actividades misioneras, de formación o de voluntariado.
Les presentamos la historia de María Rocío Spontón quien se está preparando para realizar un voluntariado salesiano durante un año. “Está pensado para que aquel o aquella que se acerque no solo haga una vivencia de entregar su tiempo para trabajar para y por otros sino también como un camino de discernimiento para pensar la propia vida” comentó. La experiencia supone salir de su zona de confort, hacer un impass en sus estudios en el Profesorado de Primaria y en su trabajo en el Colegio Don Bosco de Río Grande.
Mi nombre es María Rocío Sponton, tengo 26 años. Actualmente vivo en la ciudad de Rio Grande, Tierra del Fuego y desde marzo de 2019 a marzo del próximo año estaré viviendo una experiencia de voluntariado misionero en Victorica, Provincia de La Pampa. El Voluntariado está enmarcado en una propuesta Salesiana de la inspectoría del Sur (ARS) en la cual se anima a jóvenes de 21 a 35 años a experimentar la vida de servicio comunitario en alguna de las siete casas salesianas propuestas. Está pensado para que aquel o aquella que se acerque no solo haga una vivencia de entregar su tiempo para trabajar para y por otros sino también como un camino de discernimiento para pensar la propia vida. El 2018, para mí, fue un año de muchos cambios y movimientos emocionales. Fue tiempo de repensar personal y colectivamente, en mi entorno próximo y también a nivel sociedad. Todo me fue acompañando en un proceso de discernimiento en donde tratando de ser fiel a los sueños y a los mapas vitales que voy transitando, fui tomando decisiones para reconstruirme, con la certeza de saber que buscarse a uno mismo, encontrarse y aprenderse es también encontrar a Dios, que habita plenamente en cada uno y cada una. Mi elección de ir o no al voluntariado estaba cargada de incertidumbre, sin embargo, una gran seguridad: mantener vivo un fuego hermoso que viene ardiendo continuamente desde mis 14 años. La convicción de que la vida compartida, el deseo de comunidad y concretamente estar disponible tiempo completo al servicio de otras personas me hace feliz. Poder dar respuesta desde un Jesús que ama, se comparte y celebra la vida de todos y de todas es mi certeza. Cuando dije que sí, no puse condiciones y ni siquiera elegí el destino, me dejé llevar y experimentar este voluntariado ahí donde fuera necesario. Claro que detrás de esta elección está el dejar un tiempo en pausa mi trabajo, mi estudio, mis amigos y amigas y mi territorio conocido, aunque me considero errante porque nací en Córdoba pero fui criada en la Rioja y en Mendoza, donde vive mi familia, siempre uno va dejando partes vitales en cada tiempo y lugar. El Voluntariado es una experiencia que transforma. No es tanto lo que uno “va a hacer” sino aquello que día a día vas construyendo en tu ser como persona y mediante ese ir siendo, poder aportar la mejor versión de vos mismo, de vos misma a la realidad ahí donde toque o donde elijas. Y como me dice un gran amigo de vocación misionera, no importa cómo te llegue este deseo, si estas disponible te cambia la vida. Voy a convivir en una comunidad salesiana, que para los que somos parte de esta familia, siempre cualquier patio de Don Bosco es nuestra casa. Aún no sé específicamente cuales serán mis tareas, mi rutina y mi experiencia comunitaria, pero todo me entusiasma. Las expectativas son más bien hermosos deseos e ideas que seguramente darán paso a grandes realidades.
Mi nombre es María Rocío Sponton, tengo 26 años. Actualmente vivo en la ciudad de Rio Grande, Tierra del Fuego y desde marzo de 2019 a marzo del próximo año estaré viviendo una experiencia de voluntariado misionero en Victorica, Provincia de La Pampa.
El Voluntariado está enmarcado en una propuesta Salesiana de la inspectoría del Sur (ARS) en la cual se anima a jóvenes de 21 a 35 años a experimentar la vida de servicio comunitario en alguna de las siete casas salesianas propuestas. Está pensado para que aquel o aquella que se acerque no solo haga una vivencia de entregar su tiempo para trabajar para y por otros sino también como un camino de discernimiento para pensar la propia vida.
El 2018, para mí, fue un año de muchos cambios y movimientos emocionales. Fue tiempo de repensar personal y colectivamente, en mi entorno próximo y también a nivel sociedad. Todo me fue acompañando en un proceso de discernimiento en donde tratando de ser fiel a los sueños y a los mapas vitales que voy transitando, fui tomando decisiones para reconstruirme, con la certeza de saber que buscarse a uno mismo, encontrarse y aprenderse es también encontrar a Dios, que habita plenamente en cada uno y cada una.
Mi elección de ir o no al voluntariado estaba cargada de incertidumbre, sin embargo, una gran seguridad: mantener vivo un fuego hermoso que viene ardiendo continuamente desde mis 14 años. La convicción de que la vida compartida, el deseo de comunidad y concretamente estar disponible tiempo completo al servicio de otras personas me hace feliz. Poder dar respuesta desde un Jesús que ama, se comparte y celebra la vida de todos y de todas es mi certeza.
Cuando dije que sí, no puse condiciones y ni siquiera elegí el destino, me dejé llevar y experimentar este voluntariado ahí donde fuera necesario. Claro que detrás de esta elección está el dejar un tiempo en pausa mi trabajo, mi estudio, mis amigos y amigas y mi territorio conocido, aunque me considero errante porque nací en Córdoba pero fui criada en la Rioja y en Mendoza, donde vive mi familia, siempre uno va dejando partes vitales en cada tiempo y lugar.
El Voluntariado es una experiencia que transforma. No es tanto lo que uno “va a hacer” sino aquello que día a día vas construyendo en tu ser como persona y mediante ese ir siendo, poder aportar la mejor versión de vos mismo, de vos misma a la realidad ahí donde toque o donde elijas. Y como me dice un gran amigo de vocación misionera, no importa cómo te llegue este deseo, si estas disponible te cambia la vida.
Voy a convivir en una comunidad salesiana, que para los que somos parte de esta familia, siempre cualquier patio de Don Bosco es nuestra casa. Aún no sé específicamente cuales serán mis tareas, mi rutina y mi experiencia comunitaria, pero todo me entusiasma. Las expectativas son más bien hermosos deseos e ideas que seguramente darán paso a grandes realidades.