Sábado 04 de Marzo de 2023 – Evangelio según San Mateo 5,43-48

martes, 28 de febrero de
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Jesús dijo a sus discípulos: Ustedes han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos. Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos? Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo.

Palabra de Dios

Padre Sebastián García | Sacerdote de la Congregación Sagrado Corazón de Jesús de Betharram

Dicen que Gandhi decía: “ojo por ojo y el mundo quedará ciego…” Sin embargo la prédica de Jesús va mucho más allá. Porque no es una mera resistencia pasiva a todos los embates que podamos vivir y sufrir desde esta lógica de la ley del Talión, con una mera resistencia pacífica; sino que nos llama a todos nosotros a no quedarnos paralizados e ir por más. La práctica de estas palabras de Jesús exige de nuestra parte un compromiso activo por querer vivir de veras estos valores. No es solo sufrir los embates de la Cultura de la Muerte y su justicia que es la Ley del Talión, sino adoptar una postura de vida, existencial y creyente que se oponga firmemente a esta lógica. Entonces se nos vuelve casi imperativo poder vivir el amor a los enemigos. Es como la consecuencia de oponernos al “ojo por ojo”. Claro que es difícil. Pero es la única salida. Lo esperable de todo aquello que está teñido por la ley del Talión es odiar a los enemigos, odiar a los que nos odian, hacerles sentir lo mismo que nos hicieron sentir, desearles la muerte, hacerlos desaparecer de nuestra existencia, descartarlos. La propuesta de Jesús es radicalmente contraria y no es una mera resistencia pacífica, sino una toma de postura activa por ir en dirección totalmente contraria: amar a los enemigos. ¿No es una locura esto? ¿Estaba Jesús en sus sanos cabales cuando lo dijo? ¡Claro que sí! Es el resumen del sermón del monte.

Ahora bien… ¿quiénes son mis enemigos? Sencillamente las personas que no toleramos, no deseamos, nos molestan, piensan diferente, sienten diferente… o son aquellas que nos han lastimado profundamente, han abusado de nosotros, han roto la confianza, han jugado con nosotros y nuestros derechos. Son también aquellos a los que la vida, algunas condiciones, caminos perdidos, malas voluntades, malos entendidos, nos han separado y se han formado sentimientos de odio, rencor, resentimiento, animosidad, maldad. Forman muchas veces parte de todo ese cono de sombra que tenemos en el corazón. Que no nos animamos a mirar y que muchas veces tampoco le confiamos a Dios.
Lo cierto es que si las dejamos ahí sin más, con el tiempo se van anquilosando. Y el corazón se nos va endureciendo. Y después nos cuesta cada vez más amar. Amar a los enemigos no significa de ninguna manera olvidar el daño que pudimos haber causado o que nos pueden haber causado a nosotros. Nada de eso. Tiene que ver con no reaccionar desde la ley del “ojo por ojo”, es decirle basta a la ley del Talión. Es no reaccionar desde el dolor, las heridas, la maldad, el rencor, el odio, el querer devolver mal por mal recibido. Es romper la lógica mundana del revanchismo a toda velocidad. Es dejar de definirnos por las heridas y el mal que nos han hecho, para poder vivir reconciliados y en paz, no porque olvidamos el dolor, el sufrimiento, las heridas y el mal, sino que vencemos el espiral de violencia y muerte al cual este conlleva. Es romper una lógica mundana que solo nos promete muerte. Es optar por la vida. Cualquier vida. Así como viene.