Como se reunía una gran multitud y acudía a Jesús gente de todas las ciudades, él les dijo, valiéndose de una parábola: “El sembrador salió a sembrar su semilla. Al sembrar, una parte de la semilla cayó al borde del camino, donde fue pisoteada y se la comieron los pájaros del cielo. Otra parte cayó sobre las piedras y, al brotar, se secó por falta de humedad. Otra cayó entre las espinas, y estas, brotando al mismo tiempo, la ahogaron. Otra parte cayó en tierra fértil, brotó y produjo fruto al ciento por uno”. Y una vez que dijo esto, exclamó: “¡El que tenga oídos para oír, que oiga!”. Sus discípulos le preguntaron qué significaba esta parábola, y Jesús les dijo: “A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de Dios; a los demás, en cambio, se les habla en parábolas, para que miren sin ver y oigan sin comprender. La parábola quiere decir esto: La semilla es la Palabra de Dios. Los que están al borde del camino son los que escuchan, pero luego viene el demonio y arrebata la Palabra de sus corazones, para que no crean y se salven. Los que están sobre las piedras son los que reciben la Palabra con alegría, apenas la oyen; pero no tienen raíces: creen por un tiempo, y en el momento de la tentación se vuelven atrás. Lo que cayó entre espinas son los que escuchan, pero con las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida, se van dejando ahogar poco a poco, y no llegan a madurar. Lo que cayó en tierra fértil son los que escuchan la Palabra con un corazón bien dispuesto, la retienen, y dan fruto gracias a su constancia.
Hoy en este día meditamos un texto del Evangelio muy conocido: La Parábola del Sembrador, la semilla y el campo. Una Parábola que Jesús comparte para que comprendamos como tenemos que escuchar y acoger su Palabra. Según el modo de escuchar será el destino o el fruto de la semilla.
El campo es nuestro corazón sobre el que Jesús siembra cada día la semilla de la Palabra de Dios sobre nosotros para dar su fruto. Podemos ver entonces que independientemente del suelo Jesús siembra, Jesús se da, Jesús confía y nos comparte su gracia. En todos nosotros Jesús sembró su semilla de amor y de gracia. ¿Somos conscientes de la semilla de amor que Jesús sembró en nosotros? Recibamos de la mejor manera lo que Dios nos regala.
El Papa Francisco, refiriéndose a esta parábola, decía a los Jóvenes ” ¡Por favor dejen que Cristo y su Palabra entren en su vida, dejen entrar la simiente de la Palabra de Dios, dejen que germine, dejen que crezca. Dios hace todo, pero ustedes déjenlo hacer, dejen que Él trabaje en ese crecimiento”. Dios hace todo, pero ustedes déjenlo hacer. Simplemente tenemos que predisponernos y tener bien preparados nuestro corazón para recibir su gracia.