Jesús dijo a sus discípulos: «Si el mundo los odia, sepan que antes me ha odiado a mí. Si ustedes fueran del mundo, el mundo los amaría como cosa suya. Pero como no son del mundo, sino que yo los elegí y los saqué de él, el mundo los odia. Acuérdense de lo que les dije: el servidor no es más grande que su señor. Si me persiguieron a mí, también los perseguirán a ustedes; si fueron fieles a mi palabra, también serán fieles a la de ustedes. Pero los tratarán así a causa de mi Nombre, porque no conocen al que me envió.»
En la lectura de hoy aparece un personaje, una persona -mejor dicho, que me es muy querida. Hoy nos encontramos con Timoteo.
Dicen los Hechos de los Apóstoles en este sábado: “Pablo llegó luego a Derbe y más tarde a Listra, donde había un discípulo llamado Timoteo, hijo de una judía convertida a la fe y de padre pagano. Timoteo gozaba de buena fama entre los hermanos de Listra y de Iconio.”
No sé si te sonará su nombre, pero Timoteo era un joven, bien joven, como tantos de ustedes que tuvieron, tuvimos, la gracia de conocer a Jesús en nuestra infancia o juventud, en nuestra familia o en nuestra escuela o en nuestra comunidad.
Y en su carta a Timoteo -porque Pablo le dedica especialmente una carta a este joven- le dice: ¡No permitas que te desprecien por tu juventud! ¡No dejes que te discriminen o te ninguneen por ser joven! (Será por eso que lo quiero tanto a Timoteo…).
Si miramos los Evangelios, o la Palabra en general, hay muchas historias de fe, distintas, pero el conocer a Dios en la juventud es sin duda un regalo especial. Incluso con todas las dudas, con todas las fragilidades o también adversidades que a veces sentimos que esto nos trajo.
Hoy quisiera que te tomes un rato para repasar cómo fueron, o cómo están siendo, tus años de adolescencia y juventud. ¿Estás viviendo la fe como un regalo? ¿Qué trajo a tu vida el conocer a Jesús en esta etapa? ¿Cómo pensás que hubiera sido el no conocerlo, el vivir tu juventud sin Dios, o el conocerlo más adelante?
Te invito a confiar, a agradecer con el corazón el haber sido encontrado por Dios en tus años jóvenes, o a pedirle por tantos jóvenes que no lo conocen, para que salga a su encuentro, y que vos puedas ayudarlo a ello…