Sábado 25 de Junio de 2022 – Evangelio según San Lucas 1, 57-66. 80

martes, 21 de junio de
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Cuando llegó el tiempo en que Isabel debía ser madre, dio a luz un hijo. Al enterarse sus vecinos y parientes de la gran misericordia con que Dios la había tratado, se alegraban con ella. A los ocho días, se reunieron para circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre; pero la madre dijo: «No, debe llamarse Juan.» Ellos le decían: «No hay nadie en tu familia que lleve ese nombre.» Entonces preguntaron por señas al padre qué nombre quería que le pusieran. Este pidió una pizarra y escribió: «Su nombre es Juan.» Todos quedaron admirados. Y en ese mismo momento, Zacarías recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios. Este acontecimiento produjo una gran impresión entre la gente de los alrededores, y se lo comentaba en toda la región montañosa de Judea. Todos los que se enteraron guardaban este recuerdo en su corazón y se decían: «¿Qué llegará a ser este niño?» Porque la mano del Señor estaba con él. El niño iba creciendo y se fortalecía en su espíritu; y vivió en lugares desiertos hasta el día en que se manifestó a Israel.

 

Palabra del Señor

Padre Santi Obiglio | Sacerdote de la Arquidiócesis de Buenos Aires

 

 

 

Este sábado celebramos la fiesta de Juan el Bautista, el primo de Jesús, el que estaba en el vientre de Santa Isabel, llamado a preparar el camino del Mesías en el desierto bautizando y llamando a la conversión en el río Jordán.

Si hay santos grandes, Él es uno de ellos, y sin embargo parte de su grandeza fue esconderse, para darle lugar a Jesús.

Se escucha en la fiesta de hoy, como primera lectura, una profecía de Isaías, aplicada hoy a san Juan Bautista: El Señor me llamó desde el seno materno, desde el vientre de mi madre pronunció mi nombre.

¡Qué certeza la del profeta, y la de Juan el Bautista, de ser bendecidos y llamados desde el vientre materno, desde el seno de sus madres! Pero no sólo ellos, cada uno de nosotros puede gloriarse de esto. Antes de ser llamados a una misión particular somos llamados a la vida, somos regalados a la vida. Desde el seno, desde el vientre de nuestras madres, ojalá pudiéramos creer, convencernos de que desde aquel primerísimo instante Dios nos amó, nos conoció, mientras nos formaba y nos despertaba de la nada a la vida.

– Dedicá este rato a dar gracias por tu vida, por este nuevo día de vida que Dios te regala, con la certeza de que ninguno de tus días, ni de tus cabellos, ni de tus vivencias, queda ignorada por Dios.

– Tal vez puedas rezar repitiendo la frase de la profecía, sentida en primera persona: “Desde el vientre de mi madre me formaste, y pronunciaste mi nombre.”

Y que la certeza de este amor desde el primer principio se expanda a lo largo de tu historia. Será el mejor modo de tomar envión para la entrega, para la misión, porque también vos estás destinado ¡a ser luz de las naciones, a acercar su salvación hasta los confines de la tierra!