Sábado 31 de Julio de 2021 – Evangelio según San Mateo 14,1-12

jueves, 29 de julio de
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En aquel tiempo, la fama de Jesús llegó a oídos del tetrarca Herodes, y él dijo a sus allegados: “Este es Juan el Bautista; ha resucitado de entre los muertos, y por eso se manifiestan en él poderes milagrosos”. Herodes, en efecto, había hecho arrestar, encadenar y encarcelar a Juan, a causa de Herodías, la mujer de su hermano Felipe, porque Juan le decía: “No te es lícito tenerla”. Herodes quería matarlo, pero tenía miedo del pueblo, que consideraba a Juan un profeta. El día en que Herodes festejaba su cumpleaños, la hija de Herodías bailó en público, y le agradó tanto a Herodes que prometió bajo juramento darle lo que pidiera. Instigada por su madre, ella dijo: “Tráeme aquí sobre una bandeja la cabeza de Juan el Bautista”. El rey se entristeció, pero a causa de su juramento y por los convidados, ordenó que se la dieran y mandó decapitar a Juan en la cárcel. Su cabeza fue llevada sobre una bandeja y entregada a la joven, y esta la presentó a su madre. Los discípulos de Juan recogieron el cadáver, lo sepultaron y después fueron a informar a Jesús.

 

 

Palabra de Dios

Padre David Pintos Sacerdote de la Diócesis de la Nueva Orán

Hoy el Evangelio nos relata el Martirio de Juan el Bautista a causa de su fidelidad a Dios. Juan Bautista vivía lo que predicaba, vivía lo que enseñaba de una manera radical.

San Juan Bautista testimonia con su sangre su fidelidad a los mandamientos de Dios. Su vida nos enseña que cuando la existencia se fundamenta sobre la oración, sobre una constante y sólida relación con Dios, se adquiere la valentía de permitir que Cristo oriente nuestros pensamientos y nuestras acciones”.

El Martirio de Juan Bautista nos recuerda también a nosotros hoy en día que no se puede descender a negociar con el amor a Cristo, a su Palabra, a la Verdad. La vida cristiana exige, por decirlo de alguna manera, el ‘martirio’ de la fidelidad cotidiana al Evangelio, es decir, el valor de dejar que Cristo crezca en nosotros y sea Él quien oriente nuestro pensamiento y nuestras acciones. Pero esto sólo puede suceder en nuestra vida si la relación con Dios es sólida. La oración no es tiempo perdido, no es robar espacio a las actividades, incluso a las apostólicas, sino que es exactamente lo contrario: sólo si somos capaces de una vida de oración fiel, constante y confiada, será el mismo Dios quien nos dará la capacidad y la fuerza para vivir de modo feliz y sereno, para superar las dificultades y testimoniarlo con valor. ¿Cómo es nuestro testimonio ante el mundo? ¿Qué dicen de nosotros? ¿Demostramos que queremos a Dios sobre todas las cosas? ¿Cómo podríamos hacer para que nuestra relación con Dios sea tan fuerte que nada ni nadie pueda romperla? Que san Juan Bautista interceda por nosotros, a fin de que sepamos conservar siempre la primacía de Dios en nuestra vida.