Los Apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado.
El les dijo: “Vengan ustedes solos a un lugar desierto, para descansar un poco”. Porque era tanta la gente que iba y venía, que no tenían tiempo ni para comer. Entonces se fueron solos en la barca a un lugar desierto.
Al verlos partir, muchos los reconocieron, y de todas las ciudades acudieron por tierra a aquel lugar y llegaron antes que ellos.
Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato.
En el Evangelio que hemos escuchado vemos un vínculo muy lindo que nunca se tiene que perder, ni romper. Y es la relación de Jesús con el Pueblo, del Pastor con su rebaño. Tanto el uno como el otro se complementan. El Pueblo reconoce, que a pesar de todo, sólo en Jesús puede encontrar lo que necesita y no duda de caminar lo que sea para ir a su encuentro, emplea todo el tiempo y los recursos para estar con él. Y Jesús frente a esa actitud y disposición del Pueblo se compadece y está largo tiempo enseñándole y dándole todo lo que necesita.
Que lindo sería hoy tener de nuevo esa actitud del Pueblo que aparece en el Evangelio. Cómo sociedad reconocer a Jesús como nuestro Pastor y buscarlo. Que diferente sería todo si nuestro vínculo con Dios es fuerte. Para ello todos nosotros tenemos que seguir trabajando, tenemos que seguir misionando: acercar a Jesús al Pueblo.
Podcast: Reproducir en una nueva ventana | Descargar