Enseguida los fariseos salieron y se confabularon para buscar la forma de acabar con él. Al enterarse de esto, Jesús se alejó de allí. Muchos lo siguieron, y los curó a todos. Pero él les ordenó severamente que no lo dieran a conocer, para que se cumpliera lo anunciado por el profeta Isaías: Este es mi servidor, a quien elegí, mi muy querido, en quien tengo puesta mi predilección. Derramaré mi Espíritu sobre él y anunciará la justicia a las naciones. No discutirá ni gritará, y nadie oirá su voz en las plazas. No quebrará la caña doblada y no apagará la mecha humeante, hasta que haga triunfar la justicia; y las naciones pondrán la esperanza en su Nombre.
En el Evangelio de hoy vemos a Jesús en una actitud firme en su misión, a pesar de la confabulación que tenía por parte de los fariseos. Evangelio comienza diciendo que los fariseos se habían puesto de acuerdo para acabar con él. Pero sin embargo Jesús siguió firme con su misión, predicaba la buena noticia y sanaba a muchos enfermos. Pero todo esto lo realizaba desde la humildad.
Ya el profeta Isaías había profetizado sobre Jesús cuando nos dice: “No gritará, ni aclamará… la caña quebrada no partirá… hará triunfar la justicia y todos los pueblos pondrán en él la esperanza”.
El estilo de misión de Jesús se caracteriza por la humildad y firmeza. Es el mismo estilo que debemos adoptar todos los que seguimos su camino, el anunciar el Evangelio con firmeza y humildad a pesar de todo, incluso de las persecuciones. ¿Cómo es nuestro estilo en la misión? ¿Hay firmeza en la misión cuando se nos presentan los obstáculos? ¿Somos humildes a la hora de ayudar o lo pregonamos por todos lados? Que él Señor nos de la gracia de ser como él, siervos dóciles, humildes y firmes en la misión.
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