Un amor sin condiciones

miércoles, 3 de marzo de
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Si no nos sentimos dignos de volver, de aceptar el regalo del amor de Dios es quizá porque esperamos “merecerlo”, merecer ese amor, que haya algún mérito, algo que nos habilite para poseerlo. Pero la lógica de Dios, es decir, la lógica del amor, es otra. No hay mérito alguno. Se ama porque se ama. Amar es un regalo. Que Dios nos ame es un regalo. No hay nada en mí que justifique el amor que Dios tiene por mí.

El amor de Dios es amor de Padre. Padre que ama a su hijo solamente por el hecho de ser hijo y lo ama incondicionalmente más allá de lo que haga. Si no nos atrevemos a volver a casa, a volver a Dios, es probable que en nuestra mente no estemos yendo al encuentro de un padre que acoge sino de un juez que castiga. Dios es Padre. Padre que nos ama en nuestra debilidad, ama nuestro costado más frágil, nos acoge tal cual somos con amor incondicional.

No hay nada que pueda hacer que impida que Dios me ame. El tema quizá sea ¿aceptaré yo que se me ame en mi totalidad?

Preguntarnos: cuando peco, cuando erro, cuando me equivoco, cuando me alejo, ¿sé quién me espera al volver? ¿ me espera un padre o me espera un juez? Porque esta respuesta será decisiva a la hora de elegir si seguir alejándome o si volver a la casa de quien me enseña a amar en libertad.

‘El amor es un acto fe’, amar es creer en la posibilidad de ser de ese a quien amo, creo que es capaz, confío en su capacidad. El primer acto de fe es de Dios hacia nosotros, cree en nosotros porque nos ama. Nos ama, ese es el punto de partida, y es eso lo que lo lleva a creer en nosotros. ¿Seremos capaces de confiar en ese Alguien que cree incondicionalmente en nuestra capacidad de amar? Ese será el segundo acto de fe de este caminar a nuestra felicidad. A pesar de las dudas, ¿me arriesgaré o cobardemente huiré por el camino más fácil aunque no sea el más feliz?