Cuando logro por fin mirarme con tus ojos y ver con tu ternura mi fragilidad me inunda una gran paz. Ya no me exijo ser lo que no soy: perfecta e indiferente a mis emociones. Me permito saberme frágil y en esta completa acogida de mis vaivenes vienes tú a susurrarme que amas inmensamente esto que yo a veces no sé comprender. Así va nuestra historia escribiéndose. Se van llenando los renglones de mis búsquedas y mis esperas. Se van escribiendo en mí tus respuestas de amor. Me vas convirtiendo la dureza en ternura. De a poco, bien de a poco, voy aprendiendo a abrazar mis noches en confianza ciega en tu infinita presencia. Has venido una vez más a saciar mi sed, a apagar con tu agua las hogueras que me enciendo por no saber mirarme con tu amor. ¿Algún día lograré comprender y encarnar tu lógica de amor constante y paciente? ¿Llegará el día en que por fin comprenda que en mis tormentas también se esconde tu Misterio de amor que me hace de nuevo a la vez que me rompe lo que no te deja emerger? ¿Cuándo comprenderé que el Misterio se acoge con las manos abiertas sin intentos de retener la gracia y la luz, ni de controlar la sombra o huir del dolor? ¿Acaso todavía no entiendo que solo te amo en la medida que no te poseo? Ojalá que en mi próximo anochecer recuerde que solo basta dejarte ser, sin intentos de controlar, de dominar, de entender o de poseer. Que te deje ser, Señor y que mi alma se rinda siempre en agradecimiento por lo que tú me quieras regalar, sea sol o sombra, noche o día, dolor o alegría porque todo Tú lo habitas y porque mi pequeñez jamás será capaz de comprender tu infinito Misterio y tu perfecto sueño de amor para mi vida. Que todo en mí sea confianza y acogida. Solo eso pido, dejarte ser.