Cuánto no hice por miedo a errar, por miedo a equivocarme. Tenía una imagen errada de lo que Sos, te creía juez, pensé que me querías perfecta e irreprochable, me culpabilizaba por no ser lo que yo misma me imponía. Mas hoy te sé Padre de brazos abiertos, que anima cada paso y que invita a caminar. Me dejás errar y me dejás volver a Vos las veces que sean necesarias. Me das libertad (propio de los buenos padres), me sabés amar y me enseñás a hacerlo a tu modo.
Saberte esperándome de manos extendidas y mirada misericordiosa me alivia, me esperanza. He de caminar atenta para seguir tu rastro pero ya no temo errar, me has hecho comprender que no hay nada peor que no caminar y ver la vida pasar. Me anima saber que siempre esperás a la vuelta de la esquina. Me esperás con la fiesta que hacés a cada hijo tuyo que vuelve a casa y al encontrarnos nos reímos de los modos desacertados, y que nada ha sido tan terrible y que estamos todos aprendiendo y que no es la primera ni será la última y que Vos siempre estarás y que sos mi Padre y sos mi hogar.
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