“La gracia y la belleza atraen la mirada, pero más todavía el verdor de los campos”. Eclesiástico 40, 22
Cuánta belleza se expande en la tierra y el aroma del aire puro oxigena mi existencia. Cómo no podré caminar sobre los pastos verdes y perderme en su color, cuando su creador vistió de colchón, los campos más consumidos por la paz, el silencio y la caricia del viento soplando en mi rostro, ajeno a todo esto.
Miro el cielo, y es allí donde más te encuentro. Tu presencia es tan deliciosa que sacia los miedos en nuevos sueños; porque los miedos no sólo roban mis ganas de vivir, de amar, de dar un paso más, sino que temo a lo que vendrá. Pero como sos experto en el amor y planeas lo mejor, tomas riendas a las expectativas que laten en mi corazón. Y allí, no soy yo la que se conforma con menos, porque realmente tus sueños son sueños de color cielo, eternos -como el canto del amanecer al mundo entero-.
Veo caer los rayos de sol en mi corazón con luz de renacimiento, y envuelto de misterio y gloria se decreta un abrazo de amor, entre vos y yo. Porque todo lo haces nuevo, mi Señor.
¿Dónde ha quedado todo lo que me preocupaba? ¿Qué es lo que me hace sentir más segura? si cuando me alejo del mundo externo, cosas extrañas suceden a lo lejos y muy dentro. Pero … ¿dónde está eso lejos?. A la vista, suena como trueno con sabor amargo desequilibrando mi estado de ánimo, pero en lo íntimo, suenan preguntas, curiosidad e incertidumbres suspendidas a ser resueltas … Pero vos, tan dulce y delicadamente envolves un susurro de mensaje, diciendo: “Escuchá, solo escuchá, respirá cada detalle … caminá en el verdor de los campos, observa la inocencia del sol y enamórate del color del amor …”. Sentir esas palabras en el corazón de mi alma, es como una plegaria que resplandece por su blancura ardiente.
Me refugiaré en tu forma de amar, porque puedo apreciar la hermosura de la vida. Es la mirada con la que interpreto tus obras, tus enseñanzas y el correr de los días, como si fueran el último de mi vida.
Cerquita tuyo y lejos de lo temporal, me hace sentir más viva, plena y segura, porque en las oportunidades vacías, es tiempo perdido, es como si interrogara a un tronco seco que no crece.
Tan lejos y tan cerca a la vez, un dialecto que se conversa muy dentro y se comprende cuándo y cómo sucede. El verdor de los campos, el aroma de las flores, los pájaros cantando, el sol iluminando y la luna despertando a las estrellas del cielo más nocturno, son belleza pura del reflejo del amor de Dios, de la naturaleza de su creación sin edición.
Te invito como enamorada de los detalles simples que Dios nos regala diariamente, a que modifiques la mirada y te animes irte lejos, por un ratito; al verdor de los campos o donde encuentres silencios y alces la mirada al cielo. Cerrá los ojos y respira suavemente. Tu corazón, no solo te agradecerá, por dibujarle una sonrisa enorme a tu cara; sino que además latirá la belleza del amor único y especial y su voz se hará pasible en tu interior, olvidando toda preocupación que en su presencia se extinguió.
Porque sus sueños, están colmados de esperanza, fe y confianza. Amá, orá y viví. Es hermoso sentir como nos ama en lo simple.
Carito Amat