Te encontré, Señor, en Juli mostrándome lo bueno que puede ser cuando se siente querido, en Bauti ayudándome y participando en la clase, acercándose, regalándome sus besos y su ternura, en tantos abrazos recibidos en los peques que ya conozco y de aquellos que voy conociendo.
Te encontré, Señor, te tuve al frente, pude escucharte. Estabas entre los alumnos de sexto que terminaron primeros y que salían al encuentro de otros diciendo: ¿quién necesita ayuda? ¿necesitás que te ayude? y entre los que humildemente se dejaban ayudar. Mientras los miraba pensaba: ojalá pueda enseñarles cosas importantes como por ejemplo, a esforzarse por ser mejores, a superarse a sí mismos, a mirar a un costado y tender una mano a quien tengo próximo, a dejarse ayudar, a confiar en su capacidad, a ser buenos compañeros de camino. Ojalá a fin de año ni falta haga que sea yo quien los anime a abrir los ojos y mirar. Ojalá se les haga hábito el dar a otros lo mejor de sí, el compartir, ojalá gusten cada día el regalo de ser para otros y el de ser con otros.
Te encontré, Señor, estabas escondido dentro hecho confianza en mi misma y en esta Vida que me corre dentro, que me saca fuera, que me surca el alma, que me florece en los ojos, que me abre las manos, que me calla cuando yo me aturdo, que es calma cada mañana y lago sereno cuando me acuesto.
Te encontré, Señor, hecho aire y silencio. Te hallé hecho gesto y siendo mi compañero.
Te encontré, Jesús. No permitas que jamás sea indiferente a tu presencia escondida, que me siempre me enternezca tu Vida, me mueva tu Amor y me habite tu Misterio.