Jesús, en el niño que me pidió una moneda en la calle.
Jesús, en mi mamá que me pidió cuidarme antes de salir de casa.
Jesús, en ese compañero que tiene problemas con una materia y precisa de mi ayuda.
Jesús, en ese abuelo que desgasta las tardes sentado en el hall de su casa, tomando mates. Solo.
Jesús, en esa chica que yo sé, se siente excluida y no habla con nadie.
Jesús, en ese amigo que tomó malas decisiones en el pasado y necesita encontrar de nuevo el norte en su vida.
Jesús, en todos los que conozco y no creen en nada.
Jesús, presente en cada piadoso que ora y espera con fe.
Jesús, en cada persona que sufre en cuerpo y alma.
Jesús, en cada corazón que habita y late el hoy de este mundo.
Jesús, ayúdame a abrir los ojos de mi corazón. Liberame de la ceguera que produce la indiferencia y el individualismo, para que pueda contemplarte transfigurado día tras día en los hermanos que sufren, en los que necesitan de mi ayuda y también de mi tiempo.