Tu Palabra, Señor, es lámpara llena de luz incomparable, que alumbra los espacios más oscuros de nuestra vida.
Tu Palabra, Señor, es fuego abrasador, que quema los espacios más recónditos que hay en nosotros para sacar de allí, una perla preciosa.
Vos, nos sos cercano, compañero de camino.
Tu Palabra, Señor, nos anima, porque en Ella descubrimos que tu Buena Noticia es para todas las personas, en Ella, nadie está excluido, nadie tiene privilegios, porque es Ella, la bondad pura, perfecta, verdadera.
Tu Palabra nos cobija, nos abriga, nos da un hogar.
Al igual que los discípulos que te siguieron e hicieron experiencia de donde vivías. Así, como Zaqueo, que fue capaz de dar lo mejor de él mismo. Como la mujer arrepentida del pecado, sanada. Igualmente que los discípulos de Emaús, que fueron capaz de expresar el dolor y de percibir el consuelo en el alma. Así, como tantos… hombres y mujeres que se dejaron encontrar por Vos.
Tu Palabra, Señor, nos convoca para celebrar el encuentro sincero, fraterno.
Tu Palabra, Señor, nos congrega para compartir y partir el dolor que cargamos.
Tu Palabra, Señor, nos reúne en torno a tu vida, la Eucaristía.
Tu Palabra, Señor, nos invita al silencio para escuchar tu voz.
Tu Palabra, Señor, ilumina y reconforta nuestras vidas.
Señor, agradecidos estamos, porque en tu Palabra, te descubrimos cercano.
Carolina Lizárraga, SSpS