Un rayito de su gracia

miércoles, 13 de febrero de

Durante varios años, trabajé en la secretaría parroquial de una basílica enfocada principalmente en el carisma eucarístico. Como estaba ahí todos los días, en un momento determinado el párroco me nombró ministra para que pudiera reservar al Santísimo al mediodía y que no tuviera que venir alguien especialmente para eso.

La custodia era enorme y pesada, y había que subir varios escalones para poder retirarla. Por este motivo, cuando bajaba, tenía que llevar al Santísimo con mucho cuidado para no tropezar y poder guardarlo en el sagrario.

En una ocasión, uno de los rayitos de la custodia chocó en mi frente. Si bien en el instante lo relacioné con un acto propio de torpeza, transformé esa situación en una oración que me salió del alma: “aunque tan solo me regalaras un poquito de tu gracia, eso ya sería suficiente para colmar mi corazón”. Me quedé reflexionando sobre eso varios días y, desde ese entonces, cada vez que tuve que reservar al Santísimo, me dejé tocar en la frente por un rayito de su gracia.

Gracia

La gracia es un regalo que Dios nos ofrece gratuitamente a todos y cada uno de nosotros. Es tan grande y tan infinita, que solo un poquitito bastaría para plenificar nuestra vida.

“La gracia de Dios es como la lluvia, que a todos moja”, decía el santo Cura Brochero. Lo único que tenemos que hacer es dejarnos alcanzar por ella. Él nos la ofrece cada día y a través de distintas maneras, pero depende de nosotros el estar abiertos y recibirla con disposición, alegría y gratitud.

La gracia de Dios nos da vida y nos renueva. Entre otros frutos, nos da fuerza para afrontar los desafíos cotidianos, mansedumbre para ser dóciles y confiar en sus planes, sabiduría para hacer buen uso de nuestra libertad, perseverancia en la oración, gozo en el corazón y disposición a vivir según la voluntad de Dios.

Querido joven, ¿qué estamos esperando? Abrámonos a la gracia de Dios y dejémonos llenar por su amor infinito, incondicional y gratuito.