Viernes 10 de Julio del 2020 – Evangelio según San Mateo 10,16-23

lunes, 6 de julio de
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Jesús dijo a sus apóstoles: “Yo los envío como a ovejas en medio de lobos: sean entonces astutos como serpientes y sencillos como palomas. Cuídense de los hombres, porque los entregarán a los tribunales y los azotarán en las sinagogas. A causa de mí, serán llevados ante gobernadores y reyes, para dar testimonio delante de ellos y de los paganos.

Cuando los entreguen, no se preocupen de cómo van a hablar o qué van a decir: lo que deban decir se les dará a conocer en ese momento, porque no serán ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu de su Padre hablará en ustedes.

El hermano entregará a su hermano para que sea condenado a muerte, y el padre a su hijo; los hijos se rebelarán contra sus padres y los harán morir.

Ustedes serán odiados por todos a causa de mi Nombre, pero aquel que persevere hasta el fin se salvará. Cuando los persigan en una ciudad, huyan a otra, y si los persiguen en esta, huyan a una tercera. Les aseguro que no acabarán de recorrer las ciudades de Israel, antes de que llegue el Hijo del hombre.”

 

Palabra de Dios

 

Padre Marcelo Amaro sacerdote jesuita

 

La identidad del buen discípulo es la de querer aprender de su maestro; está atento a su manera de mirar el mundo, de actuar en la realidad, de responder a las distintas situaciones; pero sobre todo, busca conocer su horizonte de vida, lo que lo apasiona, lo que lo fortalece y lo sustenta. El buen discípulo desea parecerse a su maestro, imitarlo, identificarse con él.

En el evangelio de hoy es el mismo Jesús, el maestro, quien quiere compartir todo con sus discípulos; quien toma la iniciativa y les comunica su propia identidad; su manera de vivir la misión; su fortaleza y su esperanza.

Miren que los envío como “ovejas en medio de lobos”: el Señor, quien se entiende a sí mismo como el enviado del Padre, ahora es quien envía a sus discípulos, para que sean sus compañeros y servidores de la misión de anunciar el Reino, de sanar y de liberar. Pero esa misión no se puede vivir de cualquier manera, sino como la vivió Jesús, asumiendo su modo de ser y proceder. “Como ovejas en medio de lobos”… como Él en la encarnación, que vino al mundo para salvar desde el amor, desde la humildad, desde el reconocimiento y el respeto de la dignidad de toda persona. En un mundo con tantas agresividades, que estimula la competencia y la supervivencia del más fuerte, Jesús viene a compartir su corazón paciente y humilde, viene no para ser servido sino para servir, viene a lavar los pies y a darse como alimento para la vida de los demás; viene a amar hasta el extremo.

En un mundo acostumbrado a prepotencias, y que justifica tantas lógicas de egoísmo y discriminación; Jesús nos pide que no transemos con ellas, que no nos dejemos convencer por el aparente éxito de estos más fuertes, sino que, en sintonía con las bienaventuranzas, valoremos el corazón sencillo, la mirada misericordiosa, el deseo de la justicia, el trabajo por la paz. Es decir, que nuestro modo sea su modo.

Imitar al Maestro, tanto en el anuncio como en el modo de realizarlo, nos pondrá delante situaciones difíciles, conflictos dolorosos, incomprensiones inesperadas, aún con personas muy cercanas a nosotros. Jesús nos pide que confiemos, como Él mismo ha confiado, y que así como Él experimentó la unción y la fortaleza del Espíritu Santo para vivir esta misión, también nosotros la experimentaremos.

Seguir a Jesús no nos ahorra el sufrimiento, pero sí que nos abre al reconocimiento de que el Señor no nos envía solos, sino que Él está con nosotros, actuando y, fortaleciendo, dando claridad y valentía.