Viernes 13 de Marzo del 2020 – Evangelio según San Mateo 21,33-43.45-46

martes, 10 de marzo de
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Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «Escuchen otra parábola: Un hombre poseía una tierra y allí plantó una viña, la cercó, cavó un lagar y construyó una torre de vigilancia. Después la arrendó a unos viñadores y se fue al extranjero.

Cuando llegó el tiempo de la vendimia, envió a sus servidores para percibir los frutos. Pero los viñadores se apoderaron de ellos, y a uno lo golpearon, a otro lo mataron y al tercero lo apedrearon.

El propietario volvió a enviar a otros servidores, en mayor número que los primeros, pero los trataron de la misma manera.

Finalmente, les envió a su propio hijo, pensando: “Respetarán a mi hijo”.

Pero, al verlo, los viñadores se dijeron: “Este es el heredero: vamos a matarlo para quedarnos con su herencia”.

Y apoderándose de él, lo arrojaron fuera de la viña y lo mataron.

Cuando vuelva el dueño, ¿qué les parece que hará con aquellos viñadores?».

Le respondieron: «Acabará con esos miserables y arrendará la viña a otros, que le entregarán el fruto a su debido tiempo.»

Jesús agregó: «¿No han leído nunca en las Escrituras: La piedra que los constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular: esta es la obra del Señor, admirable a nuestros ojos? Por eso les digo que el Reino de Dios les será quitado a ustedes, para ser entregado a un pueblo que le hará producir sus frutos.»

Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír estas parábolas, comprendieron que se refería a ellos. Entonces buscaron el modo de detenerlo, pero temían a la multitud, que lo consideraba un profeta.

 

 

Palabra de Dios

Padre Marcelo Amaro sacerdote jesuita

 

“Es de buen nacido ser agradecido”. Así reza el refrán que dicen nuestros mayores. Es que cuando reconocemos el bien que recibimos y lo reconocemos como don gratuito, brota en nosotros el agradecimiento.

Para esto es necesaria la humildad, sin ella nos adueñamos de lo que desde el principio un regalo gratuito, y en lugar de ser agradecidos, nos volvemos caprichosos o manipuladores. Comenzamos a sentirnos más que otros y rompemos con la dinámica de la generosidad y del amor.

La humildad nos lleva al agradecimiento y éste, cuando es de corazón, nos lleva a querer corresponder no solo con palabras sino con acciones de amor y de servicio.

Desde el orgullo y la soberbia, nos adueñamos de lo que es regalo y, cuando esto pasa, orientamos nuestra vida hacia búsquedas egoístas y descartamos lo fundamental, dejamos de lado el amor y la fraternidad; descartamos, en suma, la centralidad de Dios y el deseo de vivir el Evangelio que nos enseñó Jesús.

Todo esto queda de manifiesto en la parábola del dueño de la vid y los viñadores homicidas. En ella Jesús nos habla de un hombre que planta una viña y pone los medios para cuidarla; luego arrienda el campo a unos viñadores, quienes terminarán adueñándose de la viña y matando al hijo del dueño.

Por adueñarse de lo que no es suyo terminan manipulando y rompiendo con la dinámica de la justicia y del amor. Y desde ahí no es posible acoger ni a Jesús ni a su Reino.

Qué importante que estemos atentos, y que nos ejercitemos en esta actitud humilde de reconocer todo el bien recibido. Podemos darnos cuenta si vamos por la vida orientados hacia el agradecimiento, o más bien vamos andando desde el reclamo y el capricho. Esto lo podemos cotejar en nuestras relaciones concretas, en nuestra sensibilidad, en nuestras actitudes generosas o en aquellas egoístas. ¿Cómo vamos orientando nuestra vida?

Sólo desde la humildad y el reconocimiento agradecido, pondremos nuestro cimiento en Cristo y lo elegiremos a Él, que es la piedra angular, como principio y fundamento de nuestra vida.