Jesús atravesaba unos sembrados y era un día sábado. Como sus discípulos sintieron hambre, comenzaron a arrancar y a comer las espigas. Al ver esto, los fariseos le dijeron: “Mira que tus discípulos hacen lo que no está permitido en sábado”. Pero él les respondió: “¿No han leído lo que hizo David, cuando él y sus compañeros tuvieron hambre, cómo entró en la Casa de Dios y comieron los panes de la ofrenda, que no les estaba permitido comer ni a él ni a sus compañeros, sino solamente a los sacerdotes? ¿Y no han leído también en la Ley, que los sacerdotes, en el Templo, violan el descanso del sábado, sin incurrir en falta? Ahora bien, yo les digo que aquí hay alguien más grande que el Templo. Si hubieran comprendido lo que significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios, no condenarían a los inocentes. Porque el Hijo del hombre es dueño del sábado”.
En una controversia que nos presenta el evangelio de Mateo sobre el cumplimiento de algunas leyes de los discípulos de Jesús, Jesús se nos presenta como Aquel que es más grande que el templo como aquel que viene a darnos la plenitud de la revelación de Dios y esa plenitud del amor de Dios consiste en que prefiere misericordia y no sacrificio.
Pidámosle la gracia de vivir nosotros la plenitud de la Fe en nuestros gestos de misericordia al hermano, en nuestros gestos de pacificación en nuestros gestos de diálogo y encuentro, que descubramos que en Jesús está la plenitud de nuestra felicidad y la plenitud de lo que Dios nos quiere revelar cada día.
Que tengas un hermoso día.