Viernes 15 de Mayo del 2020 – Evangelio según San Juan 15,12-17

miércoles, 13 de mayo de
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Jesús dijo a sus discípulos: «Este es mi mandamiento: Amense los unos a los otros, como yo los he amado. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando.

Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre.

No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero. Así todo lo que pidan al Padre en mi Nombre, él se lo concederá. Lo que yo les mando es que se amen los unos a los otros.»

 

 

Palabra de Dios

 

Padre Marcelo Amaro sacerdote jesuita

 

A veces podemos sentir que no somos suficiente para algunas personas. Quizás porque nos lo hacen experimentar mediante actitudes de desprecio o de indiferencia; también puede ser que seamos nosotros mismos quienes nos juzgamos con dureza y no valoramos nuestros propios dones, con esas miradas acomplejadas y de baja autoestima. Ciertamente, si nos centramos en esas personas o en esas dinámicas, viviremos la tensión propia de quien algunas veces quiere ser más de lo que piensa que es y otras veces, se auto-boicotea porque cree que todo acabará en derrota.

El mundo de hoy, muchas veces, facilita que asimilemos dinámicas injustas de competencia y de una exigente y constante autoevaluación, en la que aunque podamos salir aprobados para los demás, nunca saldremos bien parados frente a nosotros mismos.

Qué bien nos hace cuando nos relacionamos con personas que nos conocen profundamente y nos expresan sinceramente su amor incondicional, donde uno no tiene que cumplir ciertos requisitos para ser aceptado y amado verdaderamente. Ese es el motor de la conversión para buscar vivir la vida en abundancia que nos propone Jesús.

La clave de nuestra fe y del seguimiento de Jesucristo es la de acoger la relación de amistad que Él nos invita a vivir. Una amistad en la que Jesús toma la iniciativa aceptándonos tal cual somos, sin tener que inventar, exagerar o impostar nada para ser amados.

A lo largo de su historia entre nosotros, Jesús, con su palabra y sus acciones, nos trasmitió el amor infinito del Padre, acogiendo las angustias y esperanzas de la humanidad, y viviendo una entrega de amor radical, hasta el punto de dar la vida por todos. Y es Jesús quien nos invita a reconocer que ese amor volcado universalmente, también es un amor particular y personal; cada uno de nosotros puede decir que como hace 2000 años, Jesús, me ama y se entrega hoy por mí.

Aceptar la amistad que nos brinda el Señor, es aceptar su amor y su perdón, e implica involucrarse en su mismo modo de amar. Esa es la única condición para acoger verdaderamente su amistad, la que se desprende de la experiencia del ser amados de esta manera: que nos amemos los unos a los otros, como él mismo nos ha amado.