Jesús atravesaba unos sembrados y era un día sábado. Como sus discípulos sintieron hambre, comenzaron a arrancar y a comer las espigas.Al ver esto, los fariseos le dijeron:“Mira que tus discípulos hacen lo que no está permitido en sábado”.
Pero él les respondió: “¿No han leído lo que hizo David, cuando él y sus compañeros tuvieron hambre,cómo entró en la Casa de Dios y comieron los panes de la ofrenda, que no les estaba permitido comer ni a él ni a sus compañeros, sino solamente a los sacerdotes?
¿Y no han leído también en la Ley, que los sacerdotes, en el Templo, violan el descanso del sábado, sin incurrir en falta?
Ahora bien, yo les digo que aquí hay alguien más grande que el Templo.Si hubieran comprendido lo que significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios, no condenarían a los inocentes.Porque el Hijo del hombre es dueño del sábado”.
Entre los fariseos, los más estrictos cumplidores de la Ley -en la época de Jesús-, uno de los preceptos más importantes era el del respeto del descanso del sábado.
¿De dónde venía esa ley? Del relato de la creación, allá en el primer libro de la Biblia. “Dios creó al mundo en seis días… y el séptimo, descansó”. A partir de eso, y con mucho sentido común, se había propuesto un día de descanso y de encuentro con Dios. Pero… ¿qué había ido pasando? Se había ido entrando en detalle, en tanto detalle sobre esa ley, que ya habían perdido el sentido original de la propuesta.
Cuando los fariseos se quejan de que los discípulos de Jesús violaban esa norma por arrancar y comer las espigas, Jesús les descubre ese error. Y lo señala, para que no se queden esclavos de esa deformación de una ley, originalmente buena.
Aprovechando ese tema, Jesús también resalta que el centro de la creación es el hombre: todo fue creado por amor al hombre. Y hasta, como dice el Papa Francisco, el cuidado de la creación tiene que tener como centro el amor por el hombre, que habita en esa casa.
Y también apunta al sentido último de toda ley del cristianismo: crecer en el amor de Dios, en la caridad: de nada sirven los sacrificios si no hay misericordia. Traducido podríamos decir esa frase que tantas veces escuchamos como crítica: de nada sirve ir a misa los domingos, de nada sirve rezar todos los días el rosario… si después el resto de nuestra vida no refleja el amor que Dios nos tiene, y que tiene a los demás, con una atención especial a los más necesitados.
Si lo vivimos bien, la misa y el rosario, entre tantas otras cosas, nos ayudan a encontrar y a permanecer en el amor de Dios. Pero, si lo entendemos mal, como los fariseos… podemos llegar a pensar que eso es lo realmente importante, lo central, lo esencial. Y no es así: por más que son sumamente importantes, e incluso necesarios para que nuestra relación con Dios no sea una fantasía… no son lo central: son medios. Mucho más central es la misericordia, la caridad con el hermano necesitado.
No seamos como los fariseos: cuando miramos sin misericordia a nuestros hermanos, lo primero que nos viene a la cabeza es la crítica. Dios nunca nos mira así. Tratemos de mirar con amor, como Él.
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