Viernes 18 de Septiembre del 2020 – Evangelio según San Lucas 8,1-3

jueves, 17 de septiembre de
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Jesús recorría las ciudades y los pueblos, predicando y anunciando la Buena Noticia del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce y también algunas mujeres que habían sido curadas de malos espíritus y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, esposa de Cusa, intendente de Herodes, Susana y muchas otras, que los ayudaban con sus bienes.

 

Palabra de Dios

Padre Marcelo Amaro sacerdote jesuita

 

“El amor solo es posible anunciarlo con amor”. Esto que en la expresión parece algo evidente, no lo es si caemos en la cuenta de cuántas veces se ha anunciado a Dios, con medios contrarios al amor, queriendo imponer la fe o despreciando al que no la tiene.

Qué bien nos hace contemplar a este Jesús misionero, recorriendo ciudades y aldeas, anunciando la fraternidad del Reino y haciendo vida su propio anuncio. Lo vemos acompañado por un grupo de hombres y mujeres que lo siguen, nada ideales por cierto, con historias de trabajos, sufrimientos, dolencias y pecados, pero que atraídos por Jesús, por su mensaje y su obra, han experimentado la misericordia de Dios y se han largado a vivir, junto a Él, un proceso lento y profundo de conversión y de santidad.

No sería nada fácil, pensando en los cánones culturales del tiempo y la tierra de Jesús, que algunas mujeres se sumaran a esta vida itinerante, sin hacer caso a las expectativas que otros tendrían de ellas, ni a las etiquetas con que, seguramente, las señalarían al adoptar ese extraño camino, junto a un grupo tan variado, y siguiendo a un hombre que hablaba palabras que venían de Dios, pero que no todos entendían y que muchos las condenaban.

Hermoso es ver a Jesús y a su grupo, con historias y formas de ser tan variadas, pero que convocados por un amor más grande van caminando juntos, aprendiendo juntos, y desafiando juntos modelos establecidos, estructuras antiguas, que por más que fueran las aceptadas y promovidas, no ponían en primer lugar al Reino de Dios y su justicia.

El amor solo es posible anunciarlo con amor; y la fraternidad del Reino solo es posible anunciarla en comunidad, largándonos a andar caminos de reconciliación, de apertura al otro, de rupturas de cualquier tipo de discriminación.

Cuánto que aprender de este Jesús que no se concibe individualmente, sino que se abre a un “nosotros” que nos involucra; cuánto que aprender de esta comunidad que confiando en Él, dejaron sus vidas acostumbradas, para largarse a vivir la novedad del Reino; y cuánto que aprender de estas mujeres, audaces y valientes, que atraídas por el amor de Jesús y el mensaje del Reino, se hicieron testimonio del alcance infinito de la fraternidad que anunciaba el Señor en aquel tiempo, y que aún hoy nos cuesta entender.

Agradezcamos el testimonio de todas las mujeres de fe que con su amor y fidelidad alientan y sostienen tantas comunidades, sin buscar, y muchas veces sin tener, reconocimiento alguno. Que Dios nos enseñe y anime a anunciar el Reino viviendo coherentemente la fraternidad al modo de Jesús.