Viernes 2 de Octubre del 2020 – Evangelio según San Mateo 18,1-5.10

viernes, 2 de octubre de
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En aquel momento los discípulos se acercaron a Jesús para preguntarle: “¿Quién es el más grande en el Reino de los Cielos?”.

Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: “Les aseguro que si ustedes no cambian o no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos. Por lo tanto, el que se haga pequeño como este niño, será el más grande en el Reino de los Cielos. El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí mismo.

Cuídense de despreciar a cualquiera de estos pequeños, porque les aseguro que sus ángeles en el cielo están constantemente en presencia de mi Padre celestial.”

 

 

Palabra de Dios

 

Padre Marcelo Amaro sacerdote jesuita

Hoy es la fiesta de los ángeles custodios, hermosa la fe de la Iglesia que se desprende de la Palabra de Dios, y que nos enseña que todos tenemos un Ángel que nos cuida, que ilumina el camino, que nos advierte de los peligros, y que intercede ante el Padre por nosotros.

Primero deberíamos preguntarnos si estamos abiertos a la ayuda de quien desea protegernos; tal vez, nos sintamos capaces de generar nuestras propias seguridades, y se haya erosionado en nosotros la capacidad de la confianza, o de la humildad para pedir consejo, o de la honestidad para reconocernos frágiles y necesitados de ayuda.

Quizás, muchos de nosotros, hemos perdido la fe que nos impulsa a lo que nos trasciende y que nos invita a abrir nuestro corazón a quien no vemos con nuestros ojos, o no oímos con nuestros oídos; y hemos dejado de confiar en esa mano invisible, o en esa voz interior que tantas veces se hace presente en nuestras intuiciones, nuestros sentimientos y deseos, y que nos muestran con rotundidad que alguien se preocupa por nosotros, aconsejando, advirtiendo, y ayudando, sin quitarnos la libertad.

Tal vez hoy, en esta fiesta, podamos escuchar la enseñanza de Jesús, y buscar hacernos como niños, reconociéndonos, necesitados, frágiles y con un mundo por descubrir. Reconocernos pequeños para dejarnos conducir y abrir nuestro corazón a la fe y a la confianza. Y, desde esa fe que nos trasmitió Jesús, creer que Dios Padre se preocupa personalmente por todos, porque para Él cada uno es importante; y dispone de estos amigos, los ángeles, para cuidarnos.

Pidamos hoy a nuestro Ángel que nos ayude a ver el camino de la verdad, para que no nos engañemos ni nos dejemos engañar por otros; que sepamos discernir su voz, su impulso que nos anima y sus advertencias de peligros, para que sepamos acertar en la vida, hacer buenas elecciones, y evitar lo que daña a cada uno y a la comunidad. Que sepamos distinguir el bien del mal. Que nos sintamos siempre acompañados y protegidos, aún en las más duras soledades; y que le cuente a Dios de los dolores de los pequeños, y al mismo tiempo, que nos conmueva, a quienes tenemos la posibilidad, de comprender, aliviar, fortalecer, a tantos que necesitan de la mano amiga y desinteresada, de las personas de buena voluntad que solo desean hacer el bien.