Cuando los fariseos se enteraron de que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron con Él, y uno de ellos, que era doctor de la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: “Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?”.
Jesús le respondió: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu. Este es el más grande y el primer mandamiento. El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas”.
En el evangelio hoy Jesús aparece dialogando con un maestro de la ley acerca de lo importante, de lo fundamental en la vida. El diálogo gira en torno al mandamiento más grande “amar a Dios por encima de todas las cosas, con el alma con todo el corazón, con toda la fuerza” y al prójimo como a uno mismo. En los tiempos de crisis y dificultad, lo que sentimos mientras nos vamos despojando de lo superficial, es que nos queda lo importante por lo que vale la pena entregar la vida, es decir, nos aferramos a lo fundamental y a lo que le da sentido a nuestra existencia.
Hoy justamente la palabra de Dios viene a nuestro rescate para no seguir buscando dónde y de qué manera apoyarnos en los tiempos de dificultad que estamos atravesando, sino para mostrarnos el camino hacia dónde tenemos que ir mientras las tormentas van atravesando nuestra convivencia cotidiana. Es en el amor, en amar a Dios por encima de todas las cosas y volver a Él de todo corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas y hacerlo en el vínculo renovado con los que más amamos y están cerca de nosotros y también, con los que llegan a la orilla de nuestra vida, valiéndonos de lo mejor que tenemos para darles el tesoro escondido que está en lo más hondo de nuestra alma.
El amor que Dios nos tiene y el amor que Dios nos invita a dar es justamente en el vínculo del amor. Que creamos una cadena más fuerte que el odio, más fuerte que la división, más fuerte que las dificultades. Ese vínculo de amor donde recuperamos el tejido social que necesitamos recuperar en este tiempo para hacer frente a lo que nos parece no tiene salida, a lo que nos parece nos deprime, nos quita el entusiasmo por seguir apostando. Muchos, además de meter muchas veces la mano en nuestro bolsillo nos quieren meter la mano en el corazón para traernos la angustia, la tristeza y la desazón como la forma de estar parados en lo de todos los días.
No nos dejemos robar la mejor parte, lo mejor que tenemos: nuestro corazón. Pongámoslo donde tiene que estar, en Dios. Para no perdernos, necesitamos volver por el camino del amor, recuperar la fuerza del amor y hacerlo abriéndonos de todo corazón para sentir cuanto Dios nos ama y cuanto Dios nos invita a amar. Te mando un abrazo muy grande y que tengas una hermosa jornada.
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