Viernes 24 de Abril del 2020 – Evangelio según San Juan 6,1-15

miércoles, 22 de abril de
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Jesús atravesó el mar de Galilea, llamado Tiberíades. Lo seguía una gran multitud, al ver los signos que hacía curando a los enfermos.

Jesús subió a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Se acercaba la Pascua, la fiesta de los judíos. Al levantar los ojos, Jesús vio que una gran multitud acudía a él y dijo a Felipe: “¿Dónde compraremos pan para darles de comer?”.

El decía esto para ponerlo a prueba, porque sabía bien lo que iba a hacer.

Felipe le respondió: “Doscientos denarios no bastarían para que cada uno pudiera comer un pedazo de pan”.

Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: “Aquí hay un niño que tiene cinco panes de cebada y dos pescados, pero ¿qué es esto para tanta gente?”.

Jesús le respondió: “Háganlos sentar”. Había mucho pasto en ese lugar. Todos se sentaron y eran uno cinco mil hombres.

Jesús tomó los panes, dio gracias y los distribuyó a los que estaban sentados. Lo mismo hizo con los pescados, dándoles todo lo que quisieron.

Cuando todos quedaron satisfechos, Jesús dijo a sus discípulos: “Recojan los pedazos que sobran, para que no se pierda nada”.

Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos que sobraron de los cinco panes de cebada. Al ver el signo que Jesús acababa de hacer, la gente decía: “Este es, verdaderamente, el Profeta que debe venir al mundo”.

Jesús, sabiendo que querían apoderarse de él para hacerlo rey, se retiró otra vez solo a la montaña.

 

Palabra de Dios

Marcelo Amaro sacerdote Jesuita

 

A veces, sentimos temor o desconfianza y nos paralizamos frente a las dificultades o a los desafíos.

A veces nos asusta la desproporción entre tanta necesidad y la pequeñez propia de cada uno de nosotros.

A veces, por valorar solo los medios exitosos o más competitivos, despreciamos aquellos medios que tenemos al alcance para aportar nuestro granito de arena, o nuestros dones.

Pues Jesús nos invita a convertir nuestra mirada y a identificarnos con Él y, también, con un muchacho que sorprendió por su audaz generosidad.

Mucha gente seguía a Jesús. Les había sorprendido las señales milagrosas que había hecho sanando a los enfermos. Querían conocerlo, escucharlo, y así se habían pasado el día entero con Él.

¿Qué haremos para dar de comer a tanta gente? Pregunta Jesús a sus amigos. Y aquí la confusión propia de la desproporción: son muchos… no tenemos suficiente dinero… como quien dice: no hay nada que podamos hacer.

Miran los medios, miran las limitaciones, miran la tarea, pero no miran a Cristo, ni a la invitación que les está haciendo.

Un muchacho… un joven, un adolescente o tal vez niño… ése se animó. Quizás, escuchó la pregunta de Jesús; quizás, percibió su deseo; quizás, se dio cuenta de que la gente acudía a Él y que Jesús los miraba con amor y compasión. Y aunque parezca una locura, se animó a poner en las manos de Jesús lo poco que tenía; suficiente para él, pero insignificante, según algunas miradas, para alimentar a tanta gente.

¿Qué pasó ahí? Ese muchacho salió de sí; ese muchacho se dejó llevar por el deseo generoso que se suscitó en su corazón; ese muchacho eligió compartir la locura, o mejor dicho la fe de Jesús y su amor compasivo.

Ese muchacho, nos habla de Jesús mismo; del hombre humilde que venía de Nazaret, y que se largó a la aventura de dar la vida por amor para la salvación del mundo, confiando absolutamente en la voluntad de Dios, su Padre. Ese muchacho, en su generosidad y en su confianza puesta en Jesús, se identifica con Él, y nos interpela.

En este tiempo de Pascua en medio de esta pandemia, podés abrir el corazón a la generosidad y a la confianza. No te quedes mirando solo tus necesidades, ni lo insignificante de tu aporte en relación a tantas miserias. Dios cuenta contigo, y no pierdas de vista que formás parte de una multitud necesitada de cosas materiales, pero también de amor y de sentido. Esa multitud hoy también está mirando a Jesús y a su comunidad para que le dé una mano… tu mano.

Animate a ponerte en las manos de Dios, a asociarte con Jesús en su amor y compasión por el mundo entero; anímate a esa generosidad propia de los locos por Cristo, y vas a ver las maravillas que pueden hacer vos y Jesús juntos.