Viernes 25 de Diciembre del 2020 – Evangelio según San Juan 1,1-18

jueves, 24 de diciembre de
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Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios.
Al principio estaba junto a Dios.
Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe.
En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron.
Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan.
Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.
El no era la luz, sino el testigo de la luz.
La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre.
Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció.
Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron.
Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios.
Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios.
Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él, al declarar: “Este es aquel del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo”.
De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia: porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que está en el seno del Padre.

 

Palabra de Dios

Padre Marcelo Amaro sacerdote jesuita

En esta fiesta de la Navidad, todos tenemos presente el relato que el Evangelista Lucas nos hace sobre este acontecimiento. Seguramente, hemos armado el pesebre en nuestras casas, para contemplar a la Sagrada Familia en el portal de Belén. Hoy, el prólogo del Evangelio de Juan, nos invita a reflexionar sobre el significado de ese niño frágil que encontramos envuelto en pañales y acostado en un pesebre.

Ese niño es Dios; es el verbo de Dios, por quien todo fue hecho, aquel que existía desde el principio, que se hizo carne y que vino a acampar entre nosotros. Vino a compartir nuestra historia, nuestros dolores y alegrías, vino a asumir nuestra realidad tan frágil y nuestros corazones divididos, para recomponer la unidad por medio del amor pleno, comprometido y fiel.

En Jesús, Dios se une a nosotros, y se nos dona completamente, y no renunciará a ese amor por nada, aunque no lo entendamos o aunque lo rechacemos. Dará su vida y volcará su misericordia y perdón sobre todos los hombres. Es una novedad totalmente inédita y humanamente inconcebible: ese niño, que es la vida y fuente de vida, que es la luz y fuente de luz, viene al mundo con una misión. Nos revelará con todo su ser, a lo largo de su vida, el verdadero rostro de Dios Padre; se hará nuestro hermano, y en Él, estaremos invitados a ser y a vivir como hijos de Dios.

Este año, celebramos la Navidad en este contexto de pandemia que nos envuelve a toda la humanidad. Como decía el Papa Francisco, caigamos en la cuenta de que todos estamos en la misma barca, que necesitamos cuidarnos entre todos. Este año, deja de manifiesto que el amor que se compromete y busca el bien del prójimo, que pone sus dones al servicio de la humanidad es la respuesta acertada para que todos salgamos adelante. Como nos lo enseñó Jesús.

Muchos de nosotros llegamos a la Navidad con dolores grandes, con quebrantos de salud o del ánimo. Abramos nuestro corazón a Dios que viene a nuestra realidad, como hace 2000 años, asumiendo las dificultades de la historia, y viviendo en plenitud el amor, amando y dejándose amar, en las circunstancias que le toca vivir. Él es fuente de nuestra esperanza, de nuestra paz y alegría, él es motor de nuestra perseverancia en el amor y en servicio.

No dejemos de mirar a los más necesitados, y a los que están más frágiles para asumir las dificultades de la pandemia. Sintiéndonos hermanos entre todos, tengamos presente que el Señor se identifica con los pequeños, exhortándonos al servicio hacia los más vulnerables. Feliz Navidad para todos; no dejemos de mirar que este tiempo es una oportunidad para amar, y para unirnos a Cristo en el proyecto de la salvación, no solo como beneficiarios sino como amigas y amigos en su obra redentora. Feliz Navidad