Escuchen, entonces, lo que significa la parábola del sembrador.
Cuando alguien oye la Palabra del Reino y no la comprende, viene el Maligno y arrebata lo que había sido sembrado en su corazón: este es el que recibió la semilla al borde del camino.
El que la recibe en terreno pedregoso es el hombre que, al escuchar la Palabra, la acepta en seguida con alegría, pero no la deja echar raíces, porque es inconstante: en cuanto sobreviene una tribulación o una persecución a causa de la Palabra, inmediatamente sucumbe.
El que recibe la semilla entre espinas es el hombre que escucha la Palabra, pero las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas la ahogan, y no puede dar fruto.
Y el que la recibe en tierra fértil es el hombre que escucha la Palabra y la comprende. Este produce fruto, ya sea cien, ya sesenta, ya treinta por uno”.
El evangelio de hoy es toda una invitación a hacernos uno con Cristo Jesús, el sembrador. Y al mismo tiempo es semilla, que nos invita a preparar de mejor manera el terreno para que, la siembra que con Él hacemos produzca muchos frutos.
En el texto paralelo al de hoy, se habla de cuánto fruto ha de producir si cae en buena tierra la buena semilla de la Palabra, de la buena noticia de Jesús: 30, 60, 100 por 1. Que la vocación nuestra, de ser sembrado de la Palabra, y al mismo tiempo buenos trabajadores de la tierra para que la Palabra de Dios produzca muchos frutos, sea renovada en este Viernes.
Que puedas junto con todo y con cada uno de los que haces la vida cotidiana, disponer de la mejor manera los corazones para, recibir esa presencia escondida de un Dios que sencillamente, casi imperceptible, “como granito de mostaza”, que es como la mitad de una cabeza de alfiler, está sembrando el nuevo tiempo que vendrá. A esa pequeñísima semillas, que es casi imperceptible, frente a un mundo grandilocuente y espectacular y fantástico es y esconde un potencial de vida increíble. Apostar por lo simple, por lo sencillo, por lo que sabes que: es bueno, es noble, es justo, es bello, es animarse a recorrer junto con el sembrador, Jesús, los caminos de los tiempos nuevos que Dios quiere para una nueva humanidad preparando de la mejor manera los terrenos para que, ese potencial de vida que está escondida en pequeñas semillas de todos los días, cotidiana, produzca su mucho fruto: de bondad, de belleza, de justicia, de todos los valores que esconde el reino de los cielos que Jesús ha venido a instalar en medio de nosotros.
Te invito a hacerte sembrador, con Jesús, el que proclama la buena noticia para todos y para cada uno de nosotros y que nos invita hacer con Él, a ser anunciadores de la buena noticia, no solamente en palabras sino en gestos y en actitudes nuevas que sean capaces de transformar el mundo.
Para eso, “mete la mano en tú corazón”, sacá de dentro tuyo lo mejor que tenés para dar y para ofrendar a los demás, desparramado la vida con la que Dios te bendice para que se multiplique. Cuando la guardas, cuando guardas la semilla de vida que hay en tú corazón, ¡se muere!. Cuando la compartís, crece y se multiplica, produciendo mucho fruto.
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