Viernes 27 de Marzo del 2020 – Evangelio según San Juan 7,1-2.10.25-30

jueves, 26 de marzo de
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Jesús recorría la Galilea; no quería transitar por Judea porque los judíos intentaban matarlo.

Se acercaba la fiesta judía de las Chozas. Sin embargo, cuando sus hermanos subieron para la fiesta, también él subió, pero en secreto, sin hacerse ver.

Algunos de Jerusalén decían: “¿No es este aquel a quien querían matar? ¡Y miren cómo habla abiertamente y nadie le dice nada! ¿Habrán reconocido las autoridades que es verdaderamente el Mesías? Pero nosotros sabemos de dónde es este; en cambio, cuando venga el Mesías, nadie sabrá de dónde es”.

Entonces Jesús, que enseñaba en el Templo, exclamó: “¿Así que ustedes me conocen y saben de dónde soy? Sin embargo, yo no vine por mi propia cuenta; pero el que me envió dice la verdad, y ustedes no lo conocen. Yo sí lo conozco, porque vengo de él y es él el que me envió”.

Entonces quisieron detenerlo, pero nadie puso las manos sobre él, porque todavía no había llegado su hora.

 

Palabra de Dios

P. Marcelo Amaro sacerdote jesuita

 

El conflicto es manifiesto. Está claro que las autoridades judías de la época querían quitar de en medio a Jesús… y tanto Él como mucha gente lo sabían. Es que Jesús con sus gestos y obras, con su estilo de vida y su predicación, cuestionaba el modo establecido de vivir la ley, cuestionaba el modo de relacionarse con Dios y con el prójimo; y ponía el amor compasivo y misericordioso, comprometido y fiel, como el criterio hacia el cual la ley, el templo, el sábado, y todo lo demás debían estar ordenados.

A Jesús se lo cuestionó y se lo persiguió, como aún hoy pasa cuando ponemos por delante del amor a Dios y a todo prójimo, normas, instituciones, ideologías, modos de ser y de relacionarnos. Cuando buscamos aferrarnos a seguridades que terminan siendo egoístas, en lugar de confiar en Dios y en este mandamiento fundamental del amor.

Curioso como Jesús, no va en busca del conflicto. No va por la vida haciéndose el héroe y buscando con quien discutir. No va involucrándose en todas las batallas. Sabe ser discreto, ir en secreto, estar presente sin hacerse notar. Pero también en su discernimiento, sabe estar donde hay que estar, y hablar cuando hay que hacerlo, aunque esto implique la humillación y la persecución. Vemos en Jesús la tensión propia del hombre libre, que no se deja llevar por impulsividades, por sus ganas o no ganas, sino que su actuar es consecuente con su deseo de hacer la voluntad de Dios y es coherente con quien es y quiere ser.

Qué bueno encontrar a Jesús bien cimentado, aunque esté viviendo momentos de conflicto y aunque se lo cuestione en su identidad y en sus propósitos. De hecho, no querían aceptar que el mesías viniera de un lugar que ellos conocían y que era humilde y sencillo, quizás, un lugar marginado.

“¿Así que ustedes me conocen y saben quién soy? Sin embargo, yo no vine por mi propia cuenta, pero el que me envió dice la verdad, y ustedes no lo conocen. Yo sí lo conozco porque vengo de Él y es Él el que me envió.”

¡Qué grande, Jesús! Sencillo, humilde, sin engreírse de nada, está bien plantado. Seguro y confiado porque sabe quién lo envía. Fundado en el amor del Padre, y amando a la humanidad con locura, va eligiendo su camino de amor hasta el extremo.

En este tiempo de pandemia, busquemos identificarnos con Jesús, reconozcamos nuestros sentimientos en su complejidad: los conflictos, temores y dificultades que tenemos; y, pidiendo la gracia de Dios, elijamos el amor, con todo lo que exige, para que nuestro estar y hablar, nuestros gestos y obras, aporten al bien común. Y si no somos comprendidos, no importa, sabemos de quién venimos y sabemos por qué hemos elegido el amor de Jesús, como bandera.